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2 feb 2011
Xayakalan, Santa María Ostula: “De aquí nadie nos va a sacar”
Este artículo indaga en el proceso de llegar a la histórica recuperación de tierras indígenas en la Sierra Nahua del estado de Michoacán, México el 29 de junio de 2009 y describe la situación actual de la nueva comunidad de Xayakalan. Escrito después de un reciente viaje a Xayakalan, el artículo contiene una entrevista con uno de los impulsores de la recuperación.
La recuperación de mil 300 hectáreas de tierras nahuas en Xayakalan, Santa María Ostula, el 29 de junio de 2009 fue uno de los eventos más impresionantes de los últimos años. ¿Pero cómo lo lograron? La semana pasada tuve la oportunidad de resolver unas dudas.
Al llegar a Xayakalan con dos amigos una tarde soleada, el encargado de la seguridad no tardó en averiguar que éramos gente de confianza y nos enseñó una enramada donde podíamos acampar.
––Y ¿cómo va todo por aquí?
––Pues ya ven, aquí estamos. Tenemos un año y medio aquí y nadie se va. De aquí nadie nos va a sacar.
En el camino desde Lázaro Cárdenas habíamos visto una camioneta tras otra de ¿policías? ¿militares? ¿narcos? portando armas de alto calibre ––un reflejo de la guerra contra la sociedad desatada por el gobierno de México bajo órdenes de Estados Unidos. Pero a pesar de las constantes amenazas contra la comunidad de Xayakalan, el ambiente era de lo más tranquilo. La gente siempre alerta y vigilando, pero tranquila.
Las primeras personas que conocimos eran los equipos de la guardia que andan a lo largo de la playa y por los montes con sus escopetas, machetes, palos y uno que otro cuerno de chiva precisamente para asegurar la ausencia de violencia. Ya estaban informados que habíamos venido en apoyo, pero aún así, nos preguntaron de nuevo quiénes éramos y nos informaron de las áreas seguras y también de las áreas disputadas que debíamos evitar.
“Todavía estamos en conflicto”, dijo un joven de la policía comunitaria. “Hay intereses que nos quieren echar de aquí. Hemos tenido muchas amenazas”.
Conocimos a una pareja y sus tres hijas. Son unas de las muchas personas de Michoacán que han ido al otro lado a trabajar, pero ahora están de regreso y tienen su pequeña tienda de abarrotes cerca de la playa. Le preguntamos a Martina:
––¿Qué significa Xayakalan?
––Lugar de los danzantes con máscara.
––¿Y por aquí danzan?
––Sí, en las fiestas.
Averiguamos que esto antes era el predio La Canahuancera. Los caciques de La Placita lo habían robado desde hace más de 40 años pero cuando los comuneros lo recuperaron le pusieron su nombre original. Xayakalan es una de las encargaturas, o poblados, de Santa María Ostula en la Sierra Nahua del estado de Michoacán. Hay 22. Ostula es la cabecera y el municipio es Aquila.
Durante varios días tuvimos la oportunidad de caminar en la playa, nadar en el mar, escuchar a las olas, y combatir mosquitos sedientos. Un amigo llevó un proyector, así que por las noches vimos películas, riéndonos con los niños y niñas. Una y otra persona nos invitó a pasar por su casa a tomar un cafecito o comer un taquito y platicar. Inevitablemente las pláticas nos llevan a los eventos de ese memorable día del 29 de junio de 2009. Los detalles pueden cambiar poco o mucho pero lo que no cambian son las sonrisas de orgullo y la certeza de haber hecho lo correcto.
Un atardecer estaba yo sentada en un tronco viendo la puesta del sol cuando el joven Iturbide se detuvo a platicar. Llevaba por su hombro una red.
––¿De dónde vienes?
––Del D.F. ¿Vas a pescar?
––Sí. Ya se va el Sol y en estas horas la pesca es buena.
––¿Vives aquí en Xayakalan?
––Sí, desde el 29 de junio.
––Ah ¿viniste con los demás ese día?
––Sí, como no.
––Lo que ustedes hicieron no se hace cualquier día. Fue tremendo. ¿Cómo lo lograron?
––Pues algunos llevaron varios años en esto. Me acuerdo que muchos nos enojamos cuando los de La Placita pusieron letreros prohibiéndonos el paso en nuestras propias tierras. Nosotros no vivimos aquí en aquel entonces pero me acuerdo que algunos hablaron de venir. Tal vez se fue cocinando hace unos cinco años, no sé.
––Parece que todo estaba muy bien organizado.
––Sí, es cierto y el mero día, unos llegamos por ahí, otros por allá, algunos estaban en la playa, otros en el monte, otros bloqueando la carretera. ¡Éramos miles! Llegamos de las varias encargaturas de Santa María Ostula. Llegó gente de Coíre y Pómaro. Nahuas de toda esta región. Y cuando nos dispararon ¡nuestra policía comunitaria los corrió!
El siguiente día los niños Oscar y Alex y el joven Gabriel llegaron a la enramada para platicar y compartir unos cocos. Gabriel trepó la palmera como el hombre araña, cortó unos ocho cocos tiernos y los abrió con su machete. Pensábamos que estaba cortándolos para llevarlos a su familia pero dijo que no. “Estos son para ustedes porque agradecemos mucho su apoyo”.
––¿Todos los jóvenes de aquí aprenden a hacer esto?
––Pues, sí, casi todos.
––¿Cuál es el chiste?
––Tener buena musculatura. Si tienes panza, no puedes hacerlo.
Gabriel confirmó que sí, la recuperación fue bien planeada: “Pero no sabíamos exactamente cuál día iba a ser. Luego nos enteramos que los invasores estaban lotificando terrenos en la playa. Con eso, la mañana del día 29 los encargados de cada poblado se reunieron y se fueron a avisar a su gente. Algunos llegaron más o menos rápido y otros que viven en las comunidades más retiradas tardaron un poco. Ese día yo estaba por ahí y vino volando el Cherokee gris con pistoleros disparando. Pero cuando devolvimos el fuego, se fueron. Se sintió raro. Creo que nosotros realmente no estábamos tirando para matarlos. Tal vez ellos tampoco. No sé. Nosotros lo que queríamos era que se fueran de aquí. Y se fueron”.
Vemos que hay mucha actividad en la comunidad y varios cambios importantes. Tan pronto que ocuparon sus tierras, los comuneros construyeron 20 casas de ladrillos y adobe en cinco días. Ahora hay por lo menos 40 y están construyendo más.
Durante varios meses no hubo luz ni agua, pero ahora sí. La meta es tener agua entubada en cada casa.
La niña Rosa llegó a visitarnos un día y nos platicó de su escuela. Ésta se echó a andar en los primeros días. Ahora hay tres escuelas ––una para los chiquitos, otra para niveles 2,3 y 4 y otra para niveles 5 y 6.
El siguiente día el compañero Pedro nos llevó a visitarlas. Se encuentran en una zona un poco alejada del centro del poblado. Nos cuenta que se las van a hacer más grandes y va a haber un albergue para que los estudiantes de las otras poblaciones de Ostula puedan asistir a la escuela de Xayakalan.
Pedro también nos lleva a ver la papayera donde han sembrado unas cuatro mil plantas en medio de árboles de tamarindo, mango y jamaica. La infraestructura de riego instalada por los pequeños propietarios es útil, pero aún así los comuneros han enfrentado varios obstáculos, incluso una bomba que quedó descompuesta durante unos meses por falta de dinero y una plaga de chapulines. Por falta de un tractor, todo el trabajo se hace con machete. De hecho, un tractor es una de las grandes necesidades de la comunidad.
Pedro explica un poco más del proceso de organización: “La cosa es que éste no fue el primer intento para recuperar nuestras tierras. Hubo intentos por las vías legales y las vías políticas, pero no nos sirvieron para nada. Vimos que no podíamos confiar en ningún partido político, en ningún político. Tendríamos que hacerlo nosotros mismos. Pero todos no estaban de acuerdo. Algunos dijeron, ‘No, si voy con ustedes me matan. Están locos”. Hubo mucho miedo. Mucho miedo. Tomó mucho esfuerzo para convencer a la mayoría de los comuneros. Hasta ahora hay quienes no están de acuerdo. Algunos se van por la finta del dinero fácil, por el negocio del narco, de la minería. Algunos ya se vendieron. Pero la mayoría está de acuerdo con nosotros. Para lograr esto el Trompas fue a cada encargatura de Ostula para convencer a todos a unirse al esfuerzo. Luego el asunto llegó a la Asamblea General y la Asamblea se hizo permanente. Hubo reuniones constantes durante varios meses. Por fin la mayoría se convenció. Cuando venimos el día 29 de junio la gente de los pequeños propietarios empezaron a disparar y nosotros nos defendimos. Debido a la balacera, era imposible que todos llegáramos al paraje. Unas mil personas entraron y otras cuatro mil estaban bloqueando la carretera y tomando posiciones en otros puntos. Sus pistoleros hirieron a uno de los nuestros, Manuel Serrano, y nosotros herimos a unos cuatro de los suyos. En fin, ellos se fueron y nosotros nos quedamos. Aquí estamos. Después del día 29 todo cambió. Antes, nuestras vidas no valían nada. Siempre nos humillaban y nos maltrataban. Pero ya no. Perdimos el miedo. Todavía hay conflicto. Todavía no ganamos el reconocimiento. Pero perdimos el miedo y aquí estamos cuidando nuestras tierras.”
El compañero Trompas está dispuesto a hacer una entrevista y me cita a las 8 de la mañana del siguiente día. Todavía no ha dormido después de haber tomado su turno de guardia la noche anterior, pero tiene ganas de platicar.
––Compañero, ¿qué es lo que los llevó a recuperar las tierras?
––Algunos lo habíamos anhelado desde hace muchos años y algunos ya lo habían intentado en las cortes y con los políticos, pero no nos ayudaron en nada. Los que nos han hecho cosas feas son los partidos políticos. No conozco esas cosas desde adentro pero vi la injusticia que nos estaban haciendo.
––¿Y el gobierno?
––El gobierno nos ha hecho una cosa que no se puede quitar hoy. Él ensució el agua, toda toda la ensució. Ahora quiere que nosotros la limpiemos. Nosotros tenemos el título primordial. Pero hace cien años el gobierno dio parte de nuestras tierras comunales a unos cinco pequeños propietarios y después en l967 les dio un ejido. Nosotros tenemos nuestros documentos pero está encimado el uno del otro. Tal vez “los pequeños” tienen amigos influyentes. Nosotros no. Nuestro mejor amigo es el título primordial. Cuando venimos el 29 de junio, todavía nadie vivía aquí. Habíamos intentado hacerlo pero el gobierno es muy listo, pues. El gobierno dijo: “Yo voy a arreglar esto. Retírense. Yo voy a resolver esto”. Nos retirábamos. Y ¿cuál arreglan? No arreglan nada. El gobierno no se preocupa por nosotros. Nada, nada, absolutamente nada. Pues hasta ahora no hemos recuperado todas nuestras tierras. Faltan 800 metros. Y pues, vamos a pelear con el gobierno también. No recibimos ningún apoyo de él. Ni siquiera pedimos a los del gobierno que vengan a hacer las calles. No. Somos autónomos.
––¿Cuántas hectáreas recuperaron? Al principio reportaron 700 y luego dijeron mil 300.
–– Recuperamos mil 300 hectáreas. Los ingenieros se equivocaron en la medición. Al principio dijeron “son 700 hectáreas”. Pero le dijimos al abogado, “No, no son 700 hectáreas. Son 800 metros desde allá hasta aquí lo que estamos dejando. No, recuperamos muchos más. Entonces lo volvieron a medir y sale que son mil 300. Pero nosotros no queremos medición. Nosotros queremos reconocimiento del lindero. Porque el título primordial está aquí, aquí, allá, allá. Entonces el 29 de junio llegamos pues, y algunos dudaban a dónde llegábamos. Pero nosotros no dudábamos porque de antemano sabíamos. Nuestros abuelos, nuestros papás nos dijeron que hasta allá llegábamos. Y nosotros no dudábamos. Siempre lo hemos sabido.
––¿Cuál era la situación en 2009?
––En 2009 había muchas presiones sobre las tierras pues. Las querían, y todavía las quieren, los hoteleros, los narcos, las empresas mineras. Había muchos negocios. Los políticos de los varios partidos estaban comiendo de aquí. Amigos de los pequeños propietarios. Amigos con los allegados de aquí. A lo mejor les daban un pedacito de queso. A lo mejor unos 10 o 20 pesos. O más [risas]. Ya no teníamos dónde trabajar acá. Cuando éramos poquitos, éramos poquitos, pero ahorita somos muchos. Teníamos pedacitos de tierra y muchos estaban queriendo otros pero la cosa ya estaba cerrada. Todo eso estaba pasando aún antes del 2009. Ahí por el 2003, los pequeños propietarios de La Placita habían puesto mantas diciendo “paso prohibido” y que nosotros, los indígenas de aquí de Ostula íbamos a ser muertos si nos metíamos en nuestras propias tierras. Luego en el 2009, estaban lotificando las tierras, vendiendo lotes. Es cuando no pudimos esperar más.
––¿Cómo organizaron la recuperación de tierras? El compañero Pedro nos dijo que usted fue personalmente a todas las encargaturas para convencer a la gente a hacerlo. Son muchas ¿no?
––Sí, unas 22. Ostula es la cabecera. Tiene unas 7,000 personas que viven en las varias encargaturas. Pues sí, fui a todas las encargaturas. No siempre iba solo. Nos costó bastante pero nos está valiendo la pena. Tuvimos que decir qué es lo que está pasando y qué es lo que debemos de hacer. ¿Qué les dije? Pues tal vez les puse un ejemplo: Suponiendo que yo estoy aquí y viene uno de Colima o Manzanillo o Uruápan y dice, “Hey camarada, fíjate que a mí me gusta aquí. En cuanto antes, vete saliendo porque me gusta tu casa y me gusta ‘onde vives tú”. “Ah, sí?” ¿Así de fácil me van a correr? ¿Y no voy a hacer nada? ¿Me voy a salir? Si acaso a ustedes les dijeron eso, ¿se van? No, ¿verdad? Fíjate, lo mismo nos está pasando. Pues vamos recuperando lo que es nuestro.
“Luego cuando no teníamos por dónde trabajar, les dije: ‘Vámonos allá.’ Y de esa manera ya andamos encargatura por encargatura. Algunos dicen: ‘Pues sí, tienen mucha razón’. Otros dicen: ‘No. Nos van a matar’. Otros dicen: ‘Así lo resolvemos’. Hasta que llegamos a la Asamblea General durante unos tres meses. Y ahí lo decidimos. Pero estábamos en esto más de un año”.
“Aquí tengo un papelito con fecha del 16 de noviembre de 2008 firmado por 41 personas que están de acuerdo con recuperar las tierras. Luego íbamos agregando más firmas. 60. 100. Nos pusimos de acuerdo: No vamos por una bolsa de dinero. Nosotros vamos por la tierra. Nosotros vamos a recuperar lo que es nuestro. No tenemos interés en pelear pero si ellos quieren, no nos vamos a dejar pues. Pero ese día fue el que empezamos la organización para venirnos aquí”.
––¿Cómo se organizó la policía comunitaria?
–– La policía comunitaria la planeamos un poco después porque dijimos: “Si el presidente municipal no nos ayuda ¿qué hacemos?” No quiso. Por eso, les dije: “¿Qué tal si nosotros nos armamos pues por así decirlo unos cincuenta hombres que es nuestra policía comunitaria?” Cuando estábamos de acuerdo hablamos con un abogado y le dijimos: “Queremos hacer esto, así así y así”. “Ah”, dijo, “está bien. La policía comunitaria es buena”. Y sí, sí nos armamos. Ya teníamos la encargatura, su servidor pues, y luego la policía comunitaria entre todas las encargaturas en el 2008 después de que nos juntamos a organizarnos. Entonces se formó. La formamos y proseguimos adelante, todos pues.
“Había 300 policías comunitarias y la verdad, aquí estábamos todos juntos. Y Coíre nos iba a mandar 200. Y Pómara, no sé cuántas pero iban a cooperar. Son comunidades indígenas o hermanas comunidades. Nos han apoyado desde el principio”.
––¿Qué tipo de apoyo han tenido de otros grupos?
––Pues, cuando el señor comandante Marcos pasó por estas tierras en el 2006, su caravana se detuvo en Ostula y él nos respaldó. Yo no estuve aquí pero siempre hemos estado en contacto con ellos. Luego justo antes y justo después de la recuperación el Congreso Nacional Indígena se reunió aquí. El 13 y 14 de junio hicimos el Manifiesto de Ostula que apoya el derecho de los pueblos indígenas a la autodefensa. Luego el 9 de agosto hicimos la Declaración de Xayakalan donde decimos que defender el territorio es defender el pueblo y que la autodefensa no se negocia. Esto fue un apoyo muy importante porque representa muchos pueblos y comunidades indígenas. Estuvieron aquí con nosotros.
––¿Qué pasó el día 29?
––El día 29 nosotros entramos, los policías y todos ––hombres, mujeres, niños, niñas––unas cinco o seis mil gentes de Ostula. Cuando venimos ellos nos dispararon primero. Hirieron a uno de nosotros y varios de ellos quedaron heridos. Primero ellos habían llegado allá, acá adelantito, los supuestos propietarios de La Placita. A lo mejor sabían de los planes. Entonces le dije a la gente, “Pues ahora están ahí”. Entonces se juntó la gente y dice “Pues ahora que están ahí, ahora sí vamos”. “Pues vamos pues”. Y sí lo hicimos. Dispararon. Ellos mismos o sus pistoleros. Pero no les valió pues. Inmediatamente salieron en sus carros. Se fueron. Llegamos y nos posicionamos. Y aquí estamos ya”.
“Sí, teníamos todo bien planeado. Construir casas era parte del plan. Teníamos los materiales y todo. Construimos 20 casas en 8 días. En las mismas fechas bloqueamos la carretera durante 15 días. Llegó mucha gente de otras partes de Michoacán y de Colima para ayudar.”
––¿Cómo es la vida en Xayakalan ahora?
––Vivimos tranquilos pero el conflicto todavía no se resuelve. Tenemos asambleas aquí. Aquí opinamos. Aquí decidimos lo que vamos a hacer. Aquí nadie se raja. Todos estamos puestos a lo que estamos. No estamos aquí para pelear. No no no no no. Pero ya si quieren ellos pues ya ni modo pues. Hay mucho trabajo ahorita. Tenemos mucho trabajo, muchas cooperaciones porque no tenemos nada pues y si queremos ver las cosas más en forma pues debemos trabajarlas ¿no? Estamos sembrando y trabajando las tierras. Seguimos construyendo casas. Ahora tenemos 50 y hay otras 50 familias que quieren venir. Estamos poniendo mucho énfasis en las escuelas. Queremos poner una radio comunitaria. Yo he ido tres veces con los compas de Radio Ñomndaa en Guerrero y nos gusta mucho lo que están haciendo. Tal vez aquí hacemos algo como hicimos en La Ticla. Yo viví ahí a principios de los años ’60 y cuando llegué allí las tierras estaban vírgenes. Algunos no teníamos parcelas y empezamos a trabajar las parcelas de personas que no las trabajaban. Tuvimos que discutir sobre eso y exigir nuestro derecho al agua, pero en fin las tierras se volvieron muy productivas. Cuando resolvamos el conflicto aquí vamos a poder hacer algo parecido. Hemos estado con el gobierno federal y del estado y les dijimos que estamos aquí y quién nos iba a sacar. Creo que se descuidó pues ¿verdad? Godoy también se anda escondiendo se me hace. Godoy no nos ayuda en nada. Pero sí quiso el voto para echarnos abajo. Hubo una votación el año antepasado. No votamos. Nos aferramos en no votar. ¿Qué le ganamos? Entonces ¿por qué? Estamos diciendo lo mismo en la elección que viene. Seguimos exigiendo que reconozcan que las tierras son nuestras y que reconozcan nuestra policía comunitaria.
–– ¿Qué tipo de represión y hostigamiento enfrentan? Hablan mucho de la violencia narcoparamilitar contra ustedes y de un buen número de asesinatos y desapariciones.
––En Xayakalan no hemos tenido ningún asesinato ni desaparición, aunque la muerte del profesor Diego seguramente estaba relacionada con nuestra lucha. Él tenía todo el papeleo. Estaba muy de acuerdo con la recuperación. Se puso a tomar en la Placita y ahí lo levantaron. Pero esto fue en el 2008 antes de la recuperación. En Ostula sí, ha habido muchas muertes y varias personas desaparecidas pero la mayoría no están relacionados con la lucha para las tierras. El comisariado, Francisco de Asis Manuel no fue nombrado por la comunidad. Fue nombrado por 3 o 4 o 5 personas nada más para entrar y empezar a trabajar una mina. Esto era su compromiso. Nosotros no queremos eso. Javier Martínez no estaba de acuerdo en venir aquí porque a él le estaban dando una feria. Era un político. Era secretario del comisariado. Era regidor del presidente municipal. Lo agarraron en Aquila. El profesor Gerardo lo levantaron por andar con él. Lo sentimos mucho lo del profesor porque él no se metía en nada.
––¿Entonces los narcos no se han metido aquí?
––Los narcos han querido entrar en Xayakalan pero no lo han hecho. A decir verdad, aquí no se sabe cuál es del gobierno y cuál es del narco. Si él viene engorrado, es una autoridad y el otro sale igual, pues ¿cuál es de ellos? No sabemos. Pues vienen encapuchados los narcos. Vienen encapuchados los del gobierno. ¿Cómo sabemos cuál es el bueno?
––¿Hay amenazas?
––Aquí, pues ya tenemos muchas amenazas. Muchas. Que al rato nos llegan. Que al rato vienen. Que al rato mañana y que tal día. Pues no, no ha llegado ese día. Será pues, no sé. Pues como quieran, nosotros los esperamos.
––Y ¿los militares nunca se han metido aquí?
––Una vez se metieron los marinos. Nos desarmaron. Unos cuernos, unas escopetas, unas pistolas. Pero estaba la gente aquí. Yo y varios otros estábamos en La Ticla en una asamblea allá. Nos hablan. Que el gobierno nos está desarmando. Ah, bueno. Agarramos las camionetas y nos venimos. Ahh, en un ratito estábamos aquí. La gente los tenía bien rodeados. Estamos hablando de cinco o seis mil personas.
“Nos devuelven nuestras armas o no salen de aquí”.
No querían devolver las armas porque pensaban que los iban a matar.
”¿Y por qué se metieron? Quién les pidió venir?”
“No, nadie.”
“Pues hay que entregarnos las armas”.
Cuando nosotros llegamos ya les habían entregado las armas.
“¿Qué nos garantiza que nos dejen ir?”
“Yo estoy diciendo que los van a dejar ir”.
Luego se salieron y no se han metido.
––¿Y los policías?
––Hace poquito se quisieron meter los policías federales. Les preguntó una persona en la entrada: “¿Qué quieren?”
“Queremos ver al encargado del orden”.
“Ahorita te lo traigo. Ustedes no pueden entrar. No tienen permiso para entrar”.
“No vamos a desarmar a nadie”.
“No importa. Aquí no hay permiso. Pero voy a buscar al encargado del orden”.
Llegó Pedro.
“Venimos porque aquí en La Placita nos dijeron que ustedes amenazaron a uno y que le tiraron unos balazos a otro”.
“¿Nosotros? ¿Eso lo dijeron ahí?”
“Sí”.
“¿Cuántas cosas no van a decir? Muchas cosas han dicho de nosotros y que no lo hemos hecho. Lo que quieren ellos es que ustedes se embronquen con nosotros. Pero nosotros no les hemos hecho nada. Que se nos comprueben. Tráiganos a esas personas. A ver si es cierto. Y que diga cuál de todos fue. Y cuándo fue”.
No se metieron.
––¿Y ningún policía se ha metido desde entonces?
–– Quisieran. Una vez me encontré con la gente del ministerio público federal de Morelia aquí en La Ticla. Fue merito el día 24 de abril. Yo salí caminando. Me pasó un carro. Luego otro. Hubo ocho camionetas. Me habló el primero de adelante. Yo llevaba mi pistola, una .45 porque nunca la dejo. Uno nunca sabe. Me pararon y me quisieron desarmar.
“Venga”.
“A ver”. ¿Pa’ qué soy bueno?”
“¿Cómo te llamas?”
“Fulano de tal”.
“Traes una .45. ¿Dónde vives?”
Saca su libreta.
“Anteriormente viví aquí en la Ticla, luego en la Duín. Ahora vivo en Xayakalan”.
“Ah, tú eres uno de esos de Xayakalan”.
“Sí”.
Se baja del camión. “¿Puedo preguntarte algo?”
“Sí, ¿y con quién tengo el gusto?”
“Soy agente del Ministerio Público federal”.
“Ah”.
“¿Qué empleo tienes tú?”
“Mira, ahorita no tengo empleo. Acabo de salir de uno. Yo era el encargado del orden cuando llegamos a Xayacalan”.
“¿Cuántas policías tenían cuando llegaron a Xayacalan el 29 de junio”?
“Unas 300. Ahorita hay 400”.
“Tú eras el encargado del orden. ¿Eras el jefe de la policía comunitaria?”
“Pues ya dijiste”.
“¿Y a dónde vas?”
“Aquí a la fiesta de la Santa Cruz”.
“¿Puedo platicar contigo otro día?”
“Tendrías que preguntar por mí al llegar a la puerta de Xayakalan. Pero no los van a dejar entrar”.
“¿Tienen armas”?
“¿Con qué se defiende en una guerra? Pues con armas, pues. Entonces ¿tu pregunta? ¿Qué te pasa? Yo sé que tú eres mi contrario y ¿no voy a traer nada teniéndolo? Me voy a encontrar contigo. A ver…”
“Pues, tienes razón”.
En fin, no me desarmaron.
––¿Cuál es la diferencia entre la policía comunitaria y la guardia?
––Es lo mismo. Muchos piensan que ahora no tenemos guardia, pero sí tenemos guardia. Anoche vino uno por la playa y aquí lo agarraron. A lo mejor no se expresó bien. Me lo platicaron en Ostula. Que vino un señor de Tecomán. Vino a pie para pagar una manda a la Virgen de Guadalupe aquí en Ostula. Hay una imagen de la Virgen casi igual a la de la Basílica y viene mucha gente a pagar su manda, mucha gente. Pues ese señor dijo que vino a pagar la manda pero eran las 2 de la mañana. ¿Tú crees que a esa hora estaba haciendo eso? Entonces lo agarraron y le preguntaron que andaba haciendo y por qué y eso y le dijeron: “No puedes pasar aquí. Si te vas pa’ allá, no sales”. Pues creo que le dieron chance ir a la carretera. Y en Ostula él dijo: “Pues allá está muy peligroso. Me salieron unos 10 hombres bien armados”.… Chequé con la guardia y dijeron que sí, que pasó por aquí y dijo que iba a pagar una manda. No más que le querían hurgar su mochila para ver que traía y como que no se dejó es cuando lo presionaron más. Y por eso que te digo que guardia tenemos nosotros. A veces están ahí recuperándose tantito pero ahí están de todos modos.
––¿Qué tipo de apoyo necesitan?
––Lo que nosotros necesitamos de veras de veras, lo que necesitamos es un tractor.
––¿Tienen número de cuenta bancaria?
––No. No hay número de cuenta bancaria. Podemos responder. Tenemos unas palmeras y unos mangos. Pero hace falta que alguien venga y diga: “Yo te compro el coco, yo te compro el mango”. Hay tamarindo. Ahora no vendemos porque todavía hay conflicto. No nos reconoce el gobierno. Tenemos mucho maíz y mucho arroz. Mucha gente nos ha apoyado y ayudado. Algunos han dicho que nos van a ayudar a poner una radio comunitaria. Ojalá que sea así porque hace mucha falta. Por todo el apoyo que hemos recibido estamos agradecidos. Les agradecería a todos que nos vienen a visitar—que no nos olviden, que nos visiten. Bienvenidos todos los que vengan a apoyarnos.
Estando en Xayakalan no quisimos salir. Ahí se respira otro aire ––uno que nos trae unas pistas sobre cómo se pueden hacer los cambios radicales que nos hacen falta. Por eso nos sentimos muy agradecidos y también por la generosidad de la gente que insistió en regalarnos todo un costal de cocos para llevar de regreso a la ciudad monstruo. Hasta ahora quedamos con un dulce sabor en la boca.
29 de enero de 2011
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