A los compañeros y compañeras de las comunidades zapatistas
sitiadas por la represión y los paramilitares.
Hace pocos días retorné de México. A diferencia de otros viajes, esta vez me concentré en el Distrito Federal, donde pude visitar comunidades urbanas como Acapatzingo, del Frente Popular Francisco Villa Independiente (FPFVI). Para mi sorpresa, en ese espacio urbano donde viven 596 familias funciona una suerte de poder popular, o como queramos llamarle a esa forma de vida comunitaria donde las decisiones la toman todos y todas, y donde no mandan ni el gobierno ni sus aparatos armados.
Esos días los compas iniciaban un seminario sobre capitalismo, socialismo y autonomía, con gran participación de vecinos y, sobre todo, vecinas, mujeres jóvenes con sus hijos, mujeres trabajadoras y luchadoras, y un buen puñado de varones. Compartimos desayuno y almuerzo, pláticas y espacios como el vivero (que lucha por la autonomía alimentaria), la radio comunitaria y los espacios para los niños, los jóvenes y la tercera edad. En poco tiempo levantarán los edificios para la escuela secundaria y la clínica de salud. Debo decir que se trata de uno de los mundos otros urbanos más potentes que conozco en América Latina, con elevados niveles de organización, conciencia y participación. No digo que sea el único, pero puedo asegurar que es uno de los más consistentes que conozco. De alguna manera, es una suerte de caracol urbano. Siento que pertenece al mismo tipo de construcción del zapatismo de Chiapas, más allá de las diferencias y particularidades.
En los días que pasé en el DF, me llamó la atención el predominio (entre las clases medias urbanas, los analistas de arriba y buena parte de la izquierda institucional) de posiciones políticas que aseguran (palabras más o menos) que “el zapatismo está aislado en Chiapas y ya no ejerce influencia en la sociedad mexicana”. Hay quienes incluso consideran que el zapatismo ya no existe, mientras otros creen que perdió toda vigencia. ¡¡Quien no ha escuchado este discurso en los últimos años!!
La comunidad urbana Acapatzingo es la mejor demostración de que esas ideas son profundamente equivocadas. Quienes así piensan no ven más allá de la coyuntura, generalmente la coyuntura electoral. Tienden a dar valor político a lo que suma votos y protagonismo mediático. No auscultan los latidos de los diversos abajos, los que pelean en Cherán y en Huesca, por poner apenas un par de ejemplos con los que pude escuchar y aprender.
Existe otra tendencia típicamente izquierdista e intelectual, tan mezquina como la anterior, que considera como zapatismo los comunicados del EZLN (si son firmados por el subcomandante insurgente Marcos, mejor aún), que focaliza el movimiento zapatista en los actos y apariciones públicas de los comandantes, y poco más. En su campo visual apenas entran los caracoles y las juntas de buen gobierno. Menos aún las comunidades. La gente común, la que realmente hace la historia, es apenas una referencia lejana, una cita al pie de página, una foto nebulosa que oficia como telón de fondo de los dirigentes. Esta mirada desde arriba, es la que cree que el zapatismo perdió vigencia.
Por eso, estos días en los que decenas de comunidades y bases de apoyo están siendo agredidos, como le sucede a los compañeros de Unión Hidalgo, Comandante Abel, Guadalupe los Altos, San Marcos Avilés, Jechvó y Moisés Gandhi, casi no se escuchan noticias ni análisis sobre estas nuevas ofensivas militares contra los de abajo. Cientos de familias están siendo sitiadas por grupos paramilitares, con el inocultable objetivo de poner fin a una de las más notables experiencias de poder de los abajo existente en el mundo.
No lo conseguirán. Por la firmeza de las comunidades que sostienen su proyecto de vida desde hace décadas, pese a la represión, la muerte, el hambre y el aislamiento.
No lo conseguirán, porque el zapatismo es semilla que se esparció desde el Ya Basta del 1 de enero de 1994. Porque arraigó en los corazones de millones en la Marcha del Color de la Tierra y se volvió obstinada lucha por la vida con la Otra Campaña.
El zapatismo es indestructible entre los muchos abajos que pelean por seguir siendo, que trabajan todos los días por construir un mundo nuevo y diferente.
Toda la solidaridad con las comunidades sitiadas.
Que todos los corazones palpiten juntos, entonando el apoyo mutuo entre los de abajo, celebrando el hermanamiento de todas las luchas, de todos los mundos otros.
Raúl Zibechi
Montevideo, 5 de noviembre de 2012
http://enlacezapatista.ezln. org.mx/2012/11/13/eco-mundial- en-apoyo-de-ls-zapatistas- carta-de-raul-zibechi-un- nuevo-nacimiento/
Hace pocos días retorné de México. A diferencia de otros viajes, esta vez me concentré en el Distrito Federal, donde pude visitar comunidades urbanas como Acapatzingo, del Frente Popular Francisco Villa Independiente (FPFVI). Para mi sorpresa, en ese espacio urbano donde viven 596 familias funciona una suerte de poder popular, o como queramos llamarle a esa forma de vida comunitaria donde las decisiones la toman todos y todas, y donde no mandan ni el gobierno ni sus aparatos armados.
Esos días los compas iniciaban un seminario sobre capitalismo, socialismo y autonomía, con gran participación de vecinos y, sobre todo, vecinas, mujeres jóvenes con sus hijos, mujeres trabajadoras y luchadoras, y un buen puñado de varones. Compartimos desayuno y almuerzo, pláticas y espacios como el vivero (que lucha por la autonomía alimentaria), la radio comunitaria y los espacios para los niños, los jóvenes y la tercera edad. En poco tiempo levantarán los edificios para la escuela secundaria y la clínica de salud. Debo decir que se trata de uno de los mundos otros urbanos más potentes que conozco en América Latina, con elevados niveles de organización, conciencia y participación. No digo que sea el único, pero puedo asegurar que es uno de los más consistentes que conozco. De alguna manera, es una suerte de caracol urbano. Siento que pertenece al mismo tipo de construcción del zapatismo de Chiapas, más allá de las diferencias y particularidades.
En los días que pasé en el DF, me llamó la atención el predominio (entre las clases medias urbanas, los analistas de arriba y buena parte de la izquierda institucional) de posiciones políticas que aseguran (palabras más o menos) que “el zapatismo está aislado en Chiapas y ya no ejerce influencia en la sociedad mexicana”. Hay quienes incluso consideran que el zapatismo ya no existe, mientras otros creen que perdió toda vigencia. ¡¡Quien no ha escuchado este discurso en los últimos años!!
La comunidad urbana Acapatzingo es la mejor demostración de que esas ideas son profundamente equivocadas. Quienes así piensan no ven más allá de la coyuntura, generalmente la coyuntura electoral. Tienden a dar valor político a lo que suma votos y protagonismo mediático. No auscultan los latidos de los diversos abajos, los que pelean en Cherán y en Huesca, por poner apenas un par de ejemplos con los que pude escuchar y aprender.
Existe otra tendencia típicamente izquierdista e intelectual, tan mezquina como la anterior, que considera como zapatismo los comunicados del EZLN (si son firmados por el subcomandante insurgente Marcos, mejor aún), que focaliza el movimiento zapatista en los actos y apariciones públicas de los comandantes, y poco más. En su campo visual apenas entran los caracoles y las juntas de buen gobierno. Menos aún las comunidades. La gente común, la que realmente hace la historia, es apenas una referencia lejana, una cita al pie de página, una foto nebulosa que oficia como telón de fondo de los dirigentes. Esta mirada desde arriba, es la que cree que el zapatismo perdió vigencia.
Por eso, estos días en los que decenas de comunidades y bases de apoyo están siendo agredidos, como le sucede a los compañeros de Unión Hidalgo, Comandante Abel, Guadalupe los Altos, San Marcos Avilés, Jechvó y Moisés Gandhi, casi no se escuchan noticias ni análisis sobre estas nuevas ofensivas militares contra los de abajo. Cientos de familias están siendo sitiadas por grupos paramilitares, con el inocultable objetivo de poner fin a una de las más notables experiencias de poder de los abajo existente en el mundo.
No lo conseguirán. Por la firmeza de las comunidades que sostienen su proyecto de vida desde hace décadas, pese a la represión, la muerte, el hambre y el aislamiento.
No lo conseguirán, porque el zapatismo es semilla que se esparció desde el Ya Basta del 1 de enero de 1994. Porque arraigó en los corazones de millones en la Marcha del Color de la Tierra y se volvió obstinada lucha por la vida con la Otra Campaña.
El zapatismo es indestructible entre los muchos abajos que pelean por seguir siendo, que trabajan todos los días por construir un mundo nuevo y diferente.
Toda la solidaridad con las comunidades sitiadas.
Que todos los corazones palpiten juntos, entonando el apoyo mutuo entre los de abajo, celebrando el hermanamiento de todas las luchas, de todos los mundos otros.
Raúl Zibechi
Montevideo, 5 de noviembre de 2012
http://enlacezapatista.ezln.
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