Preferimos
contestar la carta suya, que propone conversar, porque la otra nos
anuncia –ahora sí con toda la claridad-- que somos objetivo militar de
esos frentes de las FARC. Eso ya lo sabíamos, pero ahora con esa
declaración oficial de las FARC ya nos ahorran la tarea de hacer las
investigaciones sobre los responsables cuando aparezca el próximo
muerto, que seguro llegará; al fin y al cabo no hemos visto que el
Secretariado le dé la orden imperativa a sus frentes de que paren la
matanza de indios nasa y de otros pueblos hermanos.
Carta de los Pueblos Indígenas de Colombia a las FARC-EP
Corinto, Resguardo López Adentro, mayo 16 de 2013
Señor:
TIMO LEÓN JIMÉNEZ
Comandante
FARC
Reciba un saludo, desde nuestra resistencia a la guerra y al capital.
Hemos leído su carta del 13 de mayo de 2013, donde usted cortésmente
acepta que dialoguemos para superar el conflicto que tenemos las
comunidades indígenas del Cauca por la presencia de las FARC en nuestro
territorio. También hemos leído la carta del 12 de mayo de 2013, donde
el Bloque Occidental de su organización nos acusa una vez más --creemos
que es la vez número 90-- de ser una avanzada contrainsurgente, acusa a
nuestro mayor Alcibiades Escué de ser reclutador de informantes y acusa a
nuestro vocero Feliciano Valencia de ser un amigo mimado de la Tercera
División del Ejército.
Preferimos contestar la carta suya, que propone conversar, porque la
otra nos anuncia –ahora sí con toda la claridad-- que somos objetivo
militar de esos frentes de las FARC. Eso ya lo sabíamos, pero ahora con
esa declaración oficial de las FARC ya nos ahorran la tarea de hacer las
investigaciones sobre los responsables cuando aparezca el próximo
muerto, que seguro llegará; al fin y al cabo no hemos visto que el
Secretariado le dé la orden imperativa a sus frentes de que paren la
matanza de indios nasa y de otros pueblos hermanos.
Pero preferimos dialogar. Siempre preferimos dialogar. Eso sí, no
renunciamos a ejercer nuestra autonomía como pueblos, nuestro gobierno y
nuestra justicia propios. Estamos tan dispuestos a dialogar, que a
veces algunos interlocutores creen que somos apendejados y que pueden
pasar por encima de nosotros. Es una herencia colonial que tiene mucha
gente wakasx (no indígena): creer que como reclamamos con el pensamiento
de nuestra comunidad, apenas con nuestros bastones de autoridad, con
voz bajita y de buen modo es que les tenemos miedo y que nos vamos a
dejar oprimir o utilizar por el resto del siglo y el siglo que sigue.
Estamos de acuerdo que muchos temas no deben ser tratados con
escándalos de la prensa, que siempre los aprovecha para el lado de los
más culpables. Pero teniendo en cuenta que no hemos podido hablar
directamente con usted, y que lo más posible es que no podamos, o que
nos manden a hablar con los comandantes más agresivos para que luego no
cambie nada, queremos por esta vía decirle algunas cosas que vemos
importantes, y que le van a aclarar algunos puntos que es evidente que
no conoce bien.
Ya lo hemos dicho varias veces: entre enero de 2002 y abril de este
año, contados uno por uno, registrado nombre por nombre, solo en el
norte del Cauca y Caldono hemos tenido 70 comuneros y comuneras
asesinados, muchos de ellos autoridades espirituales, líderes políticos y
kiwe thegza (guardias del territorio); otros han muerto por las minas
antipersona, la mayoría niños y niñas. De todos esos asesinatos, la
tercera parte han sido causados por combatientes o milicianos de las
FARC o por minas dejadas por ustedes, otra tercera parte por el ejército
y los paramilitares, y el resto no hemos podido establecer el
responsable. No contamos amenazas ni señalamientos, porque el larguero
no terminaría en esta carta. En una carta anterior ya le habíamos
planteado el caso de Gargantillas, donde unos niños fueron bombardeados
luego que el jefe de las milicias de las FARC se entregara y le
informara al Ejército el sitio del campamento. Díganos, comandante
Timoleón: ¿en una población tan reducida como la nuestra, no se trata de
un caso de muertes sistemáticas? ¿No es eso lo que llaman un crimen de
lesa humanidad?
Usted podría preguntar que cómo sabemos que han sido las FARC; pues
porque vivimos ahí, porque las comunidades estamos en permanente cuidado
y vemos lo que pasa, porque nuestro sistema de justicia está trabajando
según nuestra costumbre, y sobre todo porque en voz baja sus propios
militantes reconocen los crímenes y algunos hasta sacan pecho con el
propósito de asustarnos. También usted podría responder que sí, que sí
ha habido casos, pero que se trata de guayabas dañadas o de casos
aislados. ¿20 casos aislados en un solo año y medio? Eso es lo que dice
el Procurador y el ministro de Defensa de los criminales “falsos
positivos”, y nadie les cree. Díganos, comandante Timoleón: ¿Hay una
palabra, distinta a exterminio, que podamos usar para llamar a esta
muerte continua de indígenas cuyo delito es que queremos mandarnos y
vivir a nuestro modo y según nuestras costumbres? Si usted la conoce, la
cambiamos. Usted dice que no hay orden de exterminio, pero no nos dice
si le ha informado a su tropa que está prohibido matar indios
desarmados; ojalá algún día lo hiciera.
Como usted puede ver, para decidir aplicar justicia a los responsables
de la muerte de nuestro mayor Benancio no necesitamos que unos
azuzadores nos dijeran por dónde agarrar. Ya que nos dice que quiere
dialogar, le recordamos un pedazo de la historia para que entienda de
dónde es que sale esa decisión: En la Resolución de Jambaló en 2000
nosotros tomamos la decisión de excluir de la comunidad a las personas
que se sumaran a cualquier actor armado (ustedes o el ejército y sus
paramilitares), de modo que se quedaban sin derechos políticos y pasaban
a ser juzgados por su organización política o por sus enemigos cuando
fueran cogidos; pero también dijimos que si las comunidades eran
agredidas íbamos a mantener nuestro derecho de aplicar la jurisdicción, y
más si se trataba de milicianos nasa, que quieren vivir en la comunidad
escudándose en la gente pero no quieren cumplir nuestras leyes, y que
para nuestro profundo dolor actúan más contra nuestra organización y su
propio pueblo que contra el poder oficial y sus ejércitos público y
privado.
La decisión de aplicar justicia con los guerrilleros la retomamos en
julio de 2011, cuando ustedes hicieron estallar una chiva-bomba en
Toribío el día de mercado, matando dos civiles, hiriendo a 134 personas y
causando daño a 651 casas (mejor dicho, casi todas las que hay en ese
pueblo); en esa ocasión dijimos que empezábamos un proceso de
desmilitarización y que íbamos a fortalecer el control territorial. Ni
el ejército ni la gente de ustedes pensó que hablábamos en serio, de
pronto porque hablamos bajito o porque meterse a enfrentar gente armada a
punta de bastones simbólicos a veces les parece muy folclórico; se les
olvidó que un pueblo unido jamás será vencido y que la multitud
organizada es más poderosa que cualquier ejército, y hasta quita el
miedo. ¿Se acuerda del sargento que lloró en el cerro El Berlín? ¿El que
lloró porque no le tuvimos miedo? Pues ese tampoco creyó que estábamos
hablando en serio.
Y en lugar de entender esta decisión autónoma, lo que hizo el Bloque de
Occidente fue sacar un mensaje donde decía que la decisión de
desmilitarizar era un favor que le hacíamos al ejército y que alguien
estaba detrás de nosotros. Es que siempre el prejuicio racista impide
analizar la situación concreta. Aún así, le mandamos a usted una carta
donde explicábamos toda nuestra posición frente a la guerra y sobre la
necesidad de la paz, donde celebrábamos que ustedes hablaran de diálogo,
y donde reconocíamos que la decisión de no hacer más retenciones
económicas era un gesto de paz que obligaba al gobierno a responder.
¿Alguien estaba entonces detrás de nosotros? En esa ocasión dijimos que
algún sector había con ganas de provocar una masacre de la guerrilla
contra los indios del Cauca, le informamos que luego de hacer un
análisis muy serio no había entre nuestro liderazgo ningún provocador y
le dijimos que hiciera esa revisada entre los suyos. Nunca respondieron.
No sabemos si hicieron el análisis. Creemos que no.
No hay ningún miembro de nuestra organización que haya entregado
información a la fuerza pública del Estado. Esa es una posición de
principios: no darle ventaja a ninguno de los actores armados, no
involucrarse con ellos. En cambio durante todos estos meses, lo que
hemos visto es un montón de guerrilleros que desertan y se voltean para
el lado del ejército oficial. La misma gente que nosotros hemos dicho
que son personas descompuestas y desarmonizadas; los que se van para la
guerrilla o para el ejército porque quieren sacarle el cuerpo a las
decisiones de sus autoridades y organizaciones, y que ustedes recogen
como si fuera una victoria sobre nosotros. Los informantes están entre
sus filas, comandante Timoleón; los que dirigen los frentes de estas
zonas saben que esas personas son los que luego le informan al ejército.
Pero prefieren echarnos la culpa a nosotros para no asumir la
responsabilidad de una estrategia de reclutamiento equivocada, de
muchachos sin formación política, recogiendo gente que puede que sirva
para la guerra pero que definitivamente no sirve para la revolución. Es
lógico que esa gente se les tuerza, comandante.
A usted le dijeron que sus fuerzas habían matado a Benancio por
colaborar con la fuerza áerea y el ejército (los indios de por acá hasta
ahora nos enteramos que había fuerza aérea en Toribío); suponemos que
también le contaron de las acusaciones a Alcibiades y Feliciano (¡pobre
Feliciano, al que el gobierno y la derecha le llaman “Miliciano
Valencia”). Mire usted la locura de la guerra: Esos dos compañeros y 150
más, incluido Benancio, tenemos abiertas investigaciones penales por
supuesta colaboración con la guerrilla y más de uno tiene orden de
captura.
Usted reclama para los condenados por la muerte de Benancio Taquinás el
debido proceso que no le permitieron al propio Benancio; porque juicio
no hubo con Benancio, comandante. ¿No le parece una contradicción? ¿Los
suyos se merecen el debido proceso y los nuestros se merecen 14 balazos?
Esos acusados y condenados tienen garantías en nuestra justicia. Usted
dice que ellos no fueron; nuestra investigación rigurosa dice otra cosa.
Si ustedes nos envían las evidencias sobre otros responsables, la
comunidad, que es el juez, no es ciega; al revés, si aparecen nuevas
pruebas, la gente va a volver a analizar. Porque nuestra justicia busca
es la armonía de la comunidad y con la Madre Tierra, no la venganza.
Perdone lo largo de esta carta. Pero era necesario dejar varias cosas claras sobre nuestra posición política.
Comandante Timoleón: Sentémonos a conversar directamente. De forma
urgente. Pero nuestras comunidades quieren ver que el diálogo sí
representa cambios; por eso nuestras condiciones: que nos dejen de
matar, de señalar y de dividir. Específicamente, les proponemos que
mientras hablamos, ustedes paren las acciones armadas que nos afectan;
empecemos por lo siguiente antes de sentarnos:
1. El compromiso de ustedes de que la presencia guerrillera, y sobre
todo cuando ataquen a las fuerzas del Estado, lo van a hacer sin afectar
ni poner en riesgo la seguridad de la población civil.
2. El compromiso de respeto a las autoridades, los usos y costumbres
ancestrales de las comunidades; en consecuencia el respeto al ejercicio
de la justicia indígena y del control territorial.
3. El compromiso de ustedes de prohibir de forma absoluta y sin
excepciones las amenazas, la ejecución, el fusilamiento o el ataque
armado a autoridades, líderes o comuneros/as indígenas, sobre todo de
las mujeres nasa; eso quiere decir que ningún combatiente o miliciano de
las FARC podrá realizar actividades o acciones que puedan causarle la
muerte o heridas a dichas personas, o para intimidarlos o amenazarlos, o
realizar acciones de intimidación al conjunto de una comunidad, o actos
y pronunciamientos que puedan interpretarse en ese sentido.
Empecemos por esos compromisos. Y sentémonos a conversar el resto de
puntos, que ustedes conocen, sobre el cumplimiento del DIH: minas,
tatucos, reclutamiento. Y, claro, de la paz. Y de la necesidad de
terminar esta guerra eterna. Y de los cambios que necesita este país:
las reformas que nosotros hemos dicho por diferentes medios que requiere
la adolorida tierra de Manuel Quintín. Sirva la ocasión para repetir lo
que hemos dicho en varias partes estos días, a raíz de nuestra decisión
de aplicar justicia: “no estamos condenando a la guerrilla como tal. Es
decir, la guerrilla tendrá sus razones de existir, sus objetivos o
planes. Tendrán razones para haber optado por una lucha armada. Nosotros
en el Cauca tenemos nuestras razones para haber optado por una lucha
pacífica. Por eso no estamos en contra de los diálogos. Al contrario,
los felicitamos y saludamos. Porque creemos que ese es el camino. Lo que
no podemos aceptar es que mientras se dialoga, se sigan cometiendo
faltas gravísimas en nuestro territorio. Nosotros no estamos castigando
el proceso de paz. Estamos castigando las faltas en nuestro territorio”.
Le proponemos que el diálogo se haga con algunos facilitadores
internacionales y unos garantes nacionales, para que la palabra de paz
tenga testigos. La presencia de organizaciones populares de otros países
sería muy importante para que ese diálogo avance.
Esperamos su pronunciamiento sobre estos puntos elementales, y el
consiguiente contacto que permita discutir a fondo los temas que nos
interesan. Nos gustaría que la próxima vez que nos comuniquemos, sea
para analizar los problemas estructurales del país, esos que deben
empezar a resolverse para construir la paz.
Señor comandante Timoleón:
CUENTE CON NOSOTROS PARA LA PAZ. NO NOS CUENTE PARA LA GUERRA.
ORGANIZACIÓN NACIONAL INDIGENA DE COLOMBIA- ONIC
CONSEJO REGIONAL INDIGENA DE LA CAUCA -CRIC
CONSEJERÍA MAYOR DE LA CXHAB WALA KIWE
ASOCIACIÓN DE CABILDOS INDÍGENAS DEL NORTE DEL CAUCA -ACIN
PD. Cuando aprobábamos en Junta Directa de
gobernadores esta carta, llegó el siguiente muerto: un menor de edad, a
quien otros dos milicianos de las FARC también menores de edad le
dispararon con una AK47. A usted no le gusta contar sus muertos. A
nosotros tampoco. A nadie. ¡Y son tantos, comandante! Hay familias que
ya ni lágrimas tienen. ¿Será que no puede usted parar eso, comandante
Timoleón?
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