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23 jun 2011
Brasil: “Carta del Cacique Mutua a todos los pueblos de la Tierra”
El Sol me despertó danzando en mi rostro. Por la mañana, atravesó la paja de la cabaña y jugó con mis ojos soñolientos. El hermano Viento, mensajero del Gran Espíritu, sopló mi nombre, estremeciendo las hojas de las plantas allá afuera.
Yo soy Mutua, cacique de la aldea de los Xavantes. En nuestra lengua, Xingu quiere decir agua buena, agua limpia. Es el nombre de nuestro río sagrado. Como guiso de la serpiente, el Viento anunció peligro. Mi corazón su puso como jaca madura, la garganta pedía saliva. Entonces, escuché: El Gran Espíritu de la selva está bravo. Xingu, baña toda la selva con el agua de la vida. Él traerá alegría y sonrisas al rostro de los curumis de la aldea. Xingu trae alimento para nuestra tribu. Pero hoy nuestro pueblo está triste. Xingu ha recibido una sentencia de muerte. Los caciques de los hombres blancos van a matar nuestro río.
El lamento del Viento dice que luego vendrá un gran horno a nuestra tierra. Su nombre es: Belo Monte. En el poblado de Altamira, van a construir el embalse. Van a sacar una montaña de tierra, mucho más grande que el que hace tiempo hicieron en el canal de Panamá. Mientras inundan la selva por un lado, retienen el agua por el otro. Xingu va a correr más despacio. La selva se secará en consecuencia. Los animales morirán. Disminuirá el desove de los peces. Y si alguna vida queda, será triste como el indio.
Como una gran serpiente plateada, Xingu se desliza por el Pará y el Mato Grosso, refrescando toda la selva. Xingu va lejos a desembocar en el Río Amazonas para alimentar a otros lejanos pueblos. Si el río muere, la gente también morirá, los animales, la selva, la siembra, los peces, todo morirá. Esto aprendí de mi padre, el gran cacique Aritana, quien me enseñó cómo ensartar al pez en el agua usando la flecha, para servir como nuestro alimento. Si Xingu muere, el curumí del futuro dormirá para siempre en el pasado, llevándose al fondo de aguas de sangre, el canto de la sabiduría de nuestro pueblo.
Hoy por la mañana el Viento me llevó a la selva. El Espíritu del Viento está apurado, tiene que recorrer el mundo, soplar el saber del alma de la Naturaleza en los oídos de todos los shamanes. Pero el hombre blanco está sordo y, hace mucho tiempo, no escucha al Viento.
He hablado con la selva, con el Viento, con el Cielo y con Xingu. Entiendo la lengua del guacamayo, de la onza, del mono, del oso hormiguero, de la danta y el cachicamo. El Sol, la Luna y la Tierra son sagrados para nosotros.
Cuando un indio nace, él se hace parte de la Madre Naturaleza. Nuestros antepasados, muchos de ellos desaparecidos por la mano del hombre blanco, son sagrados para mi pueblo.
Es verdad que, después que llegó el hombre blanco el hombre rojo nunca más fue el mismo. Él trajo consigo el espíritu de la enfermedad, la gripe que mató a nuestro pueblo, y el espíritu de la ganancia que robó nuestros árboles y mató nuestros animales. En el pasado, fuimos millones. Hoy, somos solamente cinco mil indios en las riberas del Xingu, no sé por cuánto tiempo. En la siembra, aún conseguimos cultivar la mandioca que es nuestro principal alimento junto con la pesca. Con la mandioca la gente hace el beiju. Cuenta la historia que, la Mandioca nació del blanco cuerpo enterrado de una linda indiecita que creció por las lágrimas de sus padres derramadas en la tierra que la guardaba a causa de la nostalgia por su país.
El Sol me despertó bailando en mi rostro, el Viento trajo el clamor del río que está bravo. Soy guerrero, a nada temo.
Caminaré sobre caimanes, enfrentaré el abrazo de muerte de la boa y las terribles garras de la suçuarana. Si quisieran atraparme, por encima de todas las cosas volaré. Los espíritus tienen sentimientos y no les agrada esperar.
Desde pequeño aprendí a hablar con el Gran Espíritu de la selva.
Fue un día de lluvia, cuando corría solito dentro de la arboleda, y sentí cosquillas en los pies al pisar las semillas de nueces en el suelo. Mi arco y flecha estaban preparados, mientras yo mismo era cazado por las sombras de los seres mágicos de la selva. El espíritu del Gavilán Real aparece ahora rasgando con sus grandes alas el cielo.
Con un agudo grito preguntó: ¿Quién fue el primero en herir el cuerpo de Xingu?
Mi corazón, pequeño, apretado como la pulpa, no tenía el valor para responder que fue el representante del reino de los hombres. El espíritu del Gavilán Real dijo, que si la arteria del Xingu era rota por causa de la represa, la ira del río se esparcirá por toda la tierra como sangre, y su olor será el de la muerte.
El Sol me despertó saltando en mi rostro. El día se abrió y me preguntó por la vida del río. Si matan al Xingu, todos veremos al alimento convertirse en arena movediza.
El ave de cabeza majestuosa me condujo a la reunión de los espíritus sagrados en la selva. Pisando con cuidado las hojas viejas en el suelo, pues, la tierra está enferma, segué la ruta del río Xingu. Recordé entonces que, antes, la gente iba a la ciudad y en el camino yo sólo veía árboles.
Ahora, el maderero y el hacendado exprimen al indio cercano al río con sus cultivos de pasto para ganado y sus plantaciones sumergidas en veneno. La tierra está estropeada. Luego de matar nuestra selva, nuestros animales, ensuciar nuestros ríos y derribar nuestros árboles, quieren matar al Xingu.
El Sol me despertó saltando en mi rostro. Por el camino del río, atravesé la Gran Arboleda, y una ceiba roja se deslizaba por su mancha. ¿Quién arrancó la piel de nuestra madre? Gimió la anciana con un profundo sentimiento de dolor.
Las palabras faltaron en mi boca. No tenía cómo explicar el mal que trajeron a la tierra.
Lleva nuestra voz a las cuatro esquinas del mundo, clamó. El Viento, ligero soplará hasta las conchas de los oídos amigos. Ventiló, por último, usando la lengua antigua; mientras, las hojas se batían en las alturas.
Nuestro pueblo intentó gritar contra los negocios de los hombres. Llevamos nuestra gente a hablar con el cacique de los blancos. Nuestros caciques del Xingu, viajaron preocupados y rebeldes a Brasilia. Yo estuve allí y vi todo lo que sucedió: los caciques caraíbas se esconden. No quieren mirarnos directo a los ojos. Ellos dicen que nos consultaron, pero nadie fue escuchado.
El hombre blanco debe saber que nada crece si no se respeta a la vida, a la naturaleza. Todo lo que suceda aquí volará como el Viento que no tiene fronteras. Un día se convertirá en calor y sufrimiento para otros pueblos distantes del mundo.
El tiempo de la verdad ha llegado, y existe una misión para cada estrella que brilla en las ondas del Río Xingu. Preparada para revelar sus misterios, tanto en el mundo de los hombres, como en la naturaleza.
Yo soy el cacique Mutua y, ¡esta es mi palabra! ¡Esta es mi danza! ¡Este es mi canto! Ser porta-voz de nuestra tradición. Vamos a fortalecernos. Casa de Rezas, vamos a fortalecernos. Espíritu-Animal, vamos a fortalecernos. Maracá, vamos a fortalecernos. Viento, vamos a fortalecernos. Tierra, vamos a fortalecernos. Río Xingu, vamos a fortalecernos! Lleva mi mensaje en tus ondas hacia todo el mundo: la tierra es fuente de toda vida, pero necesita de todos nosotros para dar vida y hacer que todo crezca. Cuando tú puedas ver el reflejo más brillante en las aguas de un río, lago o mar, es porque has logrado ver el mensaje de lamento del río Xingu, clamando por vivir.
Cacique Mutua de la comunidad del río Xingu en Brasil.
Traducido por: José Quintero Weir
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