Aquella mañana lluviosa recorríamos en
autobús los 700 kilómetros de distancia entre Puerto Ordaz a Santa Elena
de Uairén para entrevistarnos con el indígena pemón Alexis Romero,
quien no podía salir de su municipio debido a la hipotética orden de
captura debido al incumplimiento del régimen de presentación que, en su
contra, había ordenado un tribunal militar. Pasados el kilómetro 80 de
la carretera, suerte de tierra de nadie según pasajeros y colectores, el
transporte serpenteaba lentamente por la carretera que a ratos te
regalaba el horizonte de tepuyes perfilados sobre un cielo azulísimo que
debería figurar, por su belleza, en la tabla de colores Pantone. Alexis
Romero es un viejo activista de la causa indígena, relacionado con las
acciones directas noviolentas más estimulantes de los últimos 15 años
realizadas en la zona. Habían pasado pocos días desde la celebración de
las elecciones donde Romero, respaldado por la coalición opositora, se
había postulado como candidato a la alcaldía del municipio Gran Sabana
en diciembre de 2013, recibiendo apenas el 2,5% de los votos. Si uno se
quedaba con este dato, el electoral-partidista, haría un perfil equívoco
del personaje. Nuestro interés era otro. En enero del 2012 Romero y
tres líderes indígenas pemones fueron detenidos por su vinculación en
el desarme y detención de 19 efectivos militares que de manera ilegal
extraían oro en la zona denominada Alto Paragua del estado Bolívar. En
la acción, realizada en octubre de 2011, participaron alrededor de 500
indígenas de 13 comunidades de la zona, cansados de los atropellos
protagonizados por funcionarios de las Fuerzas Armadas. Los detenidos,
siendo civiles, fueron presentados ante el Tribunal Militar Décimo
Séptimo de Control de Ciudad Bolívar. Mientras el resto era liberado,
Romero estuvo 5 días en el Internado Judicial de Monagas, conocido como
“La Pica”, donde a pesar de no haber sido sentenciado fue puesto en la
calle tras una comunicación que le informaba que había sido
“beneficiado” con un “indulto presidencial”. Sin embargo, como si de un
gag de los Monty Phyton se tratara, tras su liberación es informado que
el proceso en su contra continúa, que no puede declarar sobre su caso en
medios de comunicación, que no puede salir del estado Bolívar y que se
encuentra bajo régimen de presentación. Fiel a su propia historia,
Romero desobedece.
La historia de los sin historia
No
es la primera vez que Romero tiene desaveniencias con los funcionarios
militares. Especulamos que tampoco será la última. En abril de 1997 la
comunidad Pemón San Antonio de Morichal denunció la invasión ilegal de
sus tierras por parte de un hacendado con claras relaciones con las
autoridades de uniforme. La comunidad se moviliza para exigir la
desocupación de sus tierras y la reacción origina un indígena asesinado y
un infante pemón con heridas de arrollamiento. La Guardia Nacional
detiene a Alexis Romero acusándolo se ser el instigador de las
comunidad, torturándolo para intentar arrancar la delirante confesión
de ser el líder de un núcleo guerrillero vinculado con los zapatistas
mexicanos. La V República no lo trata mejor. En el año 2000 era parte
del grupo de comunidades pemonas opuestas al desarrollo del proyecto del
Tendido Eléctrico al Brasil, 750 kilómetros de infraestructura a través
de territorios indígenas, frente a un nuevo gobierno cuyo presidente
electo, en días de campaña, había prometido que “revisaría” el contenido
del acuerdo y que se pondría del lado de los intereses de los pueblos
originarios. Sin embargo, con la presencia de los presidentes Fidel
Castro y Henrique Cardoso el proyecto fue inaugurado en agosto de 2001.
En septiembre del 2000, dado los avances de la obra, se conoció que 7
torres de dicho tendido eléctrico habían sido derribadas, una
sorprendente y sagaz acción de protesta que no ha sido superada por
ningún otro movimiento social en 15 años de gobierno bolivariano. Alexis
Romero, en la época capitán de la comunidad de Maurak, fue hostigado
como parte de las acciones represivas de la militarización del
territorio pemón, que incluyó la siembra de minas explosivas en las
adyacencias del tendido.
En febrero de 2013, 15 meses después
de la primera acción contra los mineros de verde oliva, 43 militares
vuelven a ser desarmados y detenidos por las comunidades indígenas. Las
sospechas se redoblan contra Romero. Sin embargo, la solidaridad que
recibe es diferente a la de 13 años atrás. Un movimiento indígena
nacional, fragmentado, neutralizado y polarizado, hace un silencio que
para quienes tenemos memoria histórica de las luchas indígenas en
Venezuela, es demasiado escandaloso.
El ostracismo como condena
Si
el yukpa Sabino Romero ha sido calificado como el “nuevo Guaicaipuro”,
¿Qué paralelo histórico tendría el pemón Alexis Romero: ¿Tiuna,
Tamanaco? Es válida la pregunta de por qué si la lucha del yukpa ha sido
tan conocida, dentro y fuera del país, la del pemón es tan ignorada.
Parte de la respuesta es porque Sabino, asesinado dos días antes que el
fallecimiento del presidente Chávez, fue hasta su último respiro un
entusiasta promotor del zurdo de Sabaneta, mientras que Romero ha sido
un crítico frontal de lo que calificaba abiertamente como
contradicciones respecto a las políticas indígenas. Esto permitió a los
aparatos propagandísticos de los chavismos, tanto el militante como el
burocrático, coincidir en la promoción de su figura como ejemplo de una
“resistencia indígena” sólo posible bajo el gobierno bolivariano.
En
Santa Elena de Uairén, a falta de fuentes de empleo digno, una parte
importante de la población vive de la ilegalidad para-estatal, como el
contrabando de gasolina. Por eso, quizás, debe ser una de las
poblaciones venezolanas con más taxis por habitante, cuyos ingresos no
dependen precisamente de la cantidad de pasajeros transportados por día.
Por eso la campaña electoral de los candidatos oficialistas se basó,
entre otras cosas, en la entrega de juegos de cauchos a los conductores.
“También en regalar cajas de cerveza”, nos contó Romero. En la Gran
Sabana los indígenas quieren ser mineros, canal rápido para la riqueza
instantánea, abandonando su cosmovisión y estilos de vida tradicionales.
En un mundo dado vuelta, acciones realizadas por activistas como Alexis
Romero son un cable a los parajes de la cordura.
Rafael Uzcátegui
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