Dos iglesia lideradas por
pastores evangélicos fueron desmontadas por atentar contra la cultura de
una tribu ancestral asentada en Magdalena, Cesar y La Guajira.
Los Wiwas se cansaron de las prédicas
encendidas que contribuían al exterminio físico, cultural y espiritual
de su etnia, de ser llamados paganos, infieles y adoradores de Satanás.
Por eso están decididos decididos a sacar de sus tierras a los pastores
que han construido recientemente una iglesia para testigos de Jehová y
otra para pentecostales en la cuenca del río Ranchería en el pueblo de
La Laguna. No era la primera vez que un pueblo indígena se atrevía a
echar de su territorio sagrado a religiosos que no comparten sus
creencias.
En 1998 los arhuacos, sus primos,
expulsaron a un grupo de evangélicos que habían llegado en la década del
cincuenta con una mujer de su propia etnia, María Eugenia Solis
acompañada por su esposo, un pastor protestante. Los dejaron montar su
iglesia y allí, poco a poco, la comunidad dejó de escuchar a los Mamos,
sacerdotes supremos arhuacos, para dejarse llevar por la predica
incendiaria de los predicadores. Unos diez años después llegó al
territorio la Iglesia Pentecostal Unida de Colombia y las alarmas se
encendieron: en menos de un lustro ya habían más de 300 indígenas
dispuestos a abandonar sus dioses paganos para adorar a un hombre
crucificado. Los Mamos fueron tajantes con la decisión de expulsarlos
por poner en peligro su cultura, sus creencias. Hoy en Nabusimake,
centro del universo arhuaco, nadie discute la supremacía de Kakü
Serankua, Dios creador de todo lo que existe.
El
territorio Wiwa es basto y comprende dos departamentos: El Cesar y la
Guajira. Desde 1985 se reporta la presencia también de wiwas en
Magdalena gracias a la lucha del Mamo Ramón Gil Barros quien logró
recuperar esa parte del territorio perdido a comienzos del siglo XX. Lo
líderes espirituales de la etnia, como sucede con los arhuacos son los
Mamos, expresión que alude al viejo más sabio de cada poblado. Ellos
fueron los que decidieron tomar la iniciativa de sacar de sus tierras a
los evangelizadores. Ellos pertenecen
Líderes como Yeismith Armenta empezó a notar que los jóvenes Wiwas ya
no respetaban su cosmovisión ni a los mismos Mamos. No siguen
tradiciones como la de poporear, que es revolver, en un pequeño calabazo
llamado jayo, la hoja de coca para así mambearla. Los Mamos aconsejan
ésta práctica porque purifica la sangre y da la energía suficiente para
un extenuante día de trabajo además de que sirve como vaso comunicante
con los dioses Wiwas. Para los evangelizadores esta práctica es
aberrante y, en los últimos años, incluso le han dado el apelativo de
satánica.
Hubo una época en la que las autoridades
Wiwas no les importó que construyeran iglesias en la cuenca del río
Ranchería en la comunidad La laguna y agitaran sus biblias al viento. Se
les permitió ser incluidos en los censos de las comunidades y han
salido beneficiados con los programas que protegen a la etnia. Ahora
todo eso terminó y los Mamos ya ponen en el mismo lugar a los
evangelizadores al mismo nivel de males que han atentado contra su
cultura como la colonización, la bonanza marimbera, la violencia
guerrillera y paramilitar.
A los pastores no les quedará de otra
que acatar las leyes ancestrales de los Mamos Wiwas y después de este
precedente otras iglesias, ubicadas en territorios indígenas, deberán
replantear su estadía en esos lugares.
Tomado de: las dos orillas
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