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26 ene 2014

La lucha que viene: Acerca del momento histórico y la lucha territorial indígena en Venezuela

  
Las grandes transformaciones no empiezan arriba ni con hechos monumentales y épicos, sino con movimientos pequeños en su forma y que aparecen como irrelevantes para el político y el analista de arriba. La historia no se transforma a partir de plazas llenas o muchedumbres indignadas sino, (…), a partir de la conciencia organizada de grupos y colectivos que se conocen y reconocen mutuamente, abajo y a la izquierda, y construyen otra política”.

Sub-Comandante Insurgente Marcos.

Ni el centro, ni la periferia”, Chiapas, Diciembre 2007.





I.- Introducción: Los riegos de la palabra.



Ariyaa es un término añuu referido a un decir de alguien, esto es, alguien dice algo de alguien sin que ese alguien, de quién se habla, esté presente para agradecerlo o defenderse; por lo que, como quiera que sea (positivo o negativo), ariyaa es una práctica del ejercicio de la lengua que, para el filosofar añuu, debe ser evitado y/o cuestionado, pues, para bien o para mal, se trata de un discurso no confrontado. De tal manera que, cuando un añuu tiene un sentir que necesita decir sólo lo expresa de manera directa, pues, sabe, que en su palabra va su riesgo, puesto que no hay palabra sin riesgo, sin implicaciones (positivas o negativas), esto es, toda palabra pone sobre la mesa donde es expuesta, su propia exposición, su propio riesgo: del decir de la palabra y del sujeto que la emite.

Por otro lado, existe la palabra atiyera que es: enseñar mostrando, esto es, muestro para enseñar, para lograr que el otro vea en todas sus dimensiones lo que muestro a tal punto que, pueda por sí mismo ver lo que yo no he visto en lo que muestro y, de esa manera, pueda él enseñarme mostrándome lo no visto por mí en el momento de enseñar; por lo que, en el mismo proceso de enseñar debo ser capaz de aprender. He aquí, lo que el filosofar añuu entiende por “conversar”, “platicar”, “compartir a través de lo que se dice”, y, de forma más restringida: “debate”. En este sentido, para el filosofar añuu debatir no es en modo alguno una confrontación violenta pues, en el término atiyera no interviene ni media el sentido de imposición de un pensamiento sobre otro sino el de la complementariedad de ambos.

Finalmente, está el término: ariyota, que corresponde al verbo “soplar” en castellano, sólo que se trata de la estela de aliento que todo ser humano es capaz de transformar en palabras cargadas de sentido y que, a pesar de su invisibilidad, al ser emitidas, son susceptibles de ser registradas, precisamente, por el peso de su significación. Pudiéramos decir que, desde la perspectiva del filosofar añuu, decir palabras es, puntualmente, dar vida con nuestro aliento interior a nuestros pensamientos; así, lo que pensamos o anida en nuestro corazón, nace al mundo al momento de emerger al mundo como estela de aliento de nosotros.

Ahora bien, he tomado estos tres términos, relacionados entre sí, como principios o bases para la sustentación de lo que pretendemos sea una convocatoria al trabajo y a la lucha, y, que dirigimos fundamentalmente, a todos aquellos posibles aliados no indígenas de lo que pudiera ser un movimiento indígena autónomo; por ello, consideramos que nuestra palabra no puede ser expresada sino puntual y frontalmente. Esto implica, hacer públicas, sin miedo ni complejos, nuestras diferencias de visión política con todos los aliados: indígenas o no indígenas. No es posible construir la unidad de los de abajo sin hablar con propiedad, es decir, con la verdad.

En tal sentido, hablaremos desde lo que nuestro corazón ha experimentado, aprendido, pero también, por lo que anida, siente y orienta la creación de nuestra palabra; por lo que, hablaremos con respeto pero sin que ello implique menoscabar su contundencia, es decir, no estamos obligados a hacer concesiones y, por lo mismo, sólo hablaremos con verdad (así sea parcial) ya que, sabemos, hablar con verdad es estar orientados por el principio de la complementariedad y no por la conveniencia: no creemos y detestamos el pragmatismo de los que hablan y actúan por conveniencia, pues, tal es la práctica resultante de quien no cree en la responsabilidad de la palabra que dice.

Pero, hablar con verdad, puntual y frontalmente nos obliga a asumir nuestra responsabilidad por todo lo que con honestidad aunque, desacertadamente, hemos hecho, y, por eso mismo, asumir nuestra responsabilidad de lo bueno y lo malo que ha sucedido en la construcción del movimiento indígena en Venezuela lo que, sin lugar a dudas, nos lleva al segundo principio: con humildad, hablaremos para mostrar lo que pretendemos enseñar y nunca imponer, pues, en definitiva, estamos dispuestos a aprender de la palabra de los otros.

Finalmente, muy lejos de nosotros está la idea de sólo escribir un artículo para ser leído y ¡vaya!; por el contrario, esperamos y pretendemos que nuestra palabra pueda germinar y crecer en el corazón de los otros para que, ciertamente, tome el rumbo de una conciencia del lugar, del territorio, pues sólo así será capaz de fortalecer y hacer crecer la lucha por la autonomía. Dicho de otra manera, nos negamos a hablar por hablar, pues, hemos decidido nunca más lanzar hijos al vacío, pues, todo añúu-wayuu sabe que su palabra dicha es como un hijo creado y del que sólo es responsable aquel que la dice.

Por ello, asumimos la responsabilidad de lo que aquí diremos, pero sobre todo, asumiremos a todos aquellos que al leerla, escucharla o comprendan, sientan la necesidad de hermanarse con la palabra (hijos) de todos los que luchan por la persistencia de la humanidad. De no ser así (lo que es del todo comprensible), creemos mejor callar y así lo haremos, aunque sabemos que lo que se sobreviene es el final de la vida de los pueblos que, por su propio filosofar, son los únicos que en este contexto histórico pueden contribuir a orientar la permanencia de la vida del mundo, aún, la de sus enemigos históricos.
Vale decir, no intentamos convencer a nadie de nada que no pueda, ese mismo alguien, comprobar. Ahora bien, si por razones pragmáticas el interpelado decide tomar otro rumbo jamás le condenaremos; pero eso sí, le exigiremos asumir la responsabilidad de su palabra y decisión porque, para el filosofar indígena (añuu-wayuu y en toda Abya Yala), un sujeto, cualquier sujeto, puede olvidar individualmente su historia, puede hacerse el loco y pretender que no ha pasado nada; pero debe saber que en el filosofar indígena de toda Abya Yala existe el principio de que ningún pueblo puede olvidar, pues, de su memoria depende su persistencia histórica, su saber y su permanente y cíclica vuelta al presente tal como hoy día se presenta con toda la fuerza que esa misma memoria e historia les provee. En este sentido, cualquier traidor puede valerse de los pueblos indígenas porque los crean “inocentes”, sin embargo, les advertimos, para estos pueblos existe siempre un pagamento y, por tanto, el cobro por la irresponsabilidad de la palabra y el hacer irresponsable; esto es: antes que tarde, cobraremos en justicia y por la justicia. 
José Ángel Quintero Weir

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