El último despojo después de la tormenta.
Cuatro Advertencias y un camino.
Especialmente dedicado al Sup. Marcos o Galeano.
José Ángel Quintero Weir
(Kayushikai)
La Tormenta
“Bueno, el asunto es que lo que nosotros, nosotras,
zapatistas, miramos y escuchamos es que viene una
catástrofe en todos los sentidos, una tormenta.
Pero…resulta que nosotras, nosotros, zapatistas, también
miramos y escuchamos que personas con grandes
conocimientos dicen, a veces con su palabra, siempre
con su actitud, que todo sigue igual.
Que lo que la realidad nos está presentando, son sólo
pequeñas variaciones que no alteran en nada importante
el paisaje.
O sea, que nosotras, nosotros, zapatistas, vemos una cosa
y ellos ven otra. Porque vemos que se sigue recurriendo
a los mismos métodos (…).Y se hacen organizaciones
partidarias, se trazan planes, estrategias y tácticas,
haciendo verdaderos malabares de los conceptos.
Como si fueran equivalentes Estado, Gobierno y
Administración. Como si el Estado fuera el mismo,
como si tuviera las mismas funciones de hace 20, 40,
100 años. Como si el sistema fuera también el mismo y
mismas las formas de sometimiento, de destrucción. O,
para ponerlo en términos de la Sexta: las mismas formas
de explotación, represión, discriminación y despojo”
Sub-Comandante Galeano.
“El Pensamiento crítico frente a la Hidra Capitalista I”.
Primera advertencia: a los lectores.
Herman@ lect@r, antes de iniciar el desciframiento del escrito que sometemos a tu consideración, creemos necesario advertirte de varias cosas que nos parecen importantes; no sólo para que entiendas con propiedad lo que pretendemos comprendas, pues, la presente palabra no ha sido escrita para ser publicada y obtener con ello algún prestigio académico y, mucho menos, económico (de sobra sabemos que esto es casi imposible de lograr, a menos que se haya pactado la entrega del espíritu al diablo del Estado); sino sobre todo, para que puedas en verdad ser recíproco (que no solidario) con nosotros.
Queremos decir, remitimos nuestra palabra no en función del aplauso de amigos que sabemos nos aprecian; pero tampoco para pedir la solidaridad de nadie ya que, a nuestro parecer, la solidaridad suele ser entendida como acción unidireccional o caritativa de aquellos que creen tener el poder de generar acciones hacia los otros; por tanto, lo que en verdad proponemos es algo que, hasta cierto temor nos da ponerlo por escrito, pues, como quiera que sea, puede ser visto como lo que realmente es: algo evidentemente subversivo. Sin embargo, a todo riesgo, les proponemos una reflexión conjunta para una rebelión unida; es decir, si en verdad llegáramos a concordar luego de comprender lo que de seguidas les contaremos, no se atrevan a ser solidari@s con nosotros, sino a intentar juntos la construcción de caminos para rebelarnos como un solo nosotros.
Lo anterior debe llevar a suponer que nuestra palabra debe ser exiliada de cualquier consideración como “ejercicio teórico” generado desde la academia por un académico, pues, se sabe, que cuando un académico escribe, generalmente lo hace para dirigirse a su exclusiva “comunidad académica” que, dicho sea de paso, sólo existe en virtud de la consideración “académica” de su palabra, esto es, está obligado a guardar una debida formalidad a la que ha de ceñirse de manera estricta, a unas reglas ya bien definidas por las llamadas “Revistas indexadas”; de lo contrario, corre el riesgo de que su palabra pueda ser objeto de negación, muy a pesar de que exprese la verdad más enorme.
Pero, como ya han de suponer, no es eso lo que nos importa, sobre todo, porque intentamos recuperar nuestro corazón en lo que es el horizonte ético de la cosmovisión de nuestro pueblo. En este sentido, sabemos que estamos obligados a decir la verdad, por dolorosa que ésta sea, pues, sólo así nos es posible alcanzar la confianza, que no es otra cosa que ser ciertamente responsables por nosotros y hacia los otros ya que es eso mismo lo que nos hace confiables ante los otros; por esa vía, es posible construir juntos: nosotros y los otros, nuestra autonomía, máxima expresión de nuestra consciencia como comunidad humana presente en el mundo.
Ahora que, hablando con propiedad, debemos igualmente advertirles, que nuestro espíritu igual ha sido atravesado por la flecha de la academia y sus formas; quiero decir: Soy añuu y soy wayuu; mi carne es kayushi entre los añuu y es epiayuu entre los wayuu; pero también soy profesor titular de la Universidad del Zulia y doctorado en la UNAM; lo que en modo alguno ni me niega ni me ofende, pues, en todo caso, crecí entre los fogones de mis abuelas pero igual aprendí a comer la comida de los otros; esto, que para muchos puede constituir una terrible crisis de identidad, para nosotros (no sin crisis) se trata simplemente, de tomar partido por lo que en verdad somos, lo que en modo alguno implica negar o liquidar esa parte que debería ser negada por su historia de negación sobre nosotros.
Pero eso no me es posible ya que, si por vía materna soy epiayuu o kayushi, por la vía paterna soy descendiente del negro cimarrón José Domingo Estrella, general de montoneras y padre de generaciones entre las poblaciones de Cabure y La Cruz de Taratara en la Sierra de Falcón; pero también soy descendiente de William Weir, hijo de Henry Weir: escocés miembro de la Legión inglesa presente en la batalla naval del Lago de Maracaibo, en la que se logró expulsar definitivo a los españoles de estas tierras. Pero William Weir fue también contrabandista y eterno bandido en La Guajira.
En fin, nuestra palabra no puede ser entendida como “propuesta teórica”, ya que lejos de nuestro corazón está el proponer o crear nuevos conceptos; por ello, evitaremos cuanto nos sea posible cruzar nuestro discurso con citas de autores de los que, sin embargo, somos tributarios a sus cauces. Por ello, de antemano señalamos a Carlos Lenkersdorf nuestro más grande maestro en eso de saber lo que la palabra dice como expresión del pensamiento territorial de las luchas de las comunidades que las crean; pero también, la de Carlos Walter Porto-Gonçalves, nuestro segundo maestro, quien supo vivir ser alumno de Chico Mendes, el más grande defensor de nuestra Amazonía. Otros autores de seguro se asoman, unos con más fuerza que otros: Arturo Escobar, Orlando Fals Borda, Eduardo Subirats; entre otros, a quienes, en efecto, debemos algunos o todos los conceptos con los que sustentamos nuestro atrevimiento de escribir para y por l@s de abajo.
Segunda advertencia: La Madre de Agua.
De antiguo, los más viejos añuu siempre dijeron que una laguna sólo emerge cuando un hoyo del mundo ha sido tapado por el cuerpo de una hija de la Luna, pues, toda tierra, toda agua y todo lo que sobre la tierra anda o bajo las aguas desanda, todos y todas son hijos e hijas de la Luna. Por eso, cuando preguntábamos, qué cuerpo podía ser tan grande y tan fuerte como para tapar un hoyo del mundo para que así emergiera una Laguna, nuestros ancestros describían a una gran serpiente que llamaban (siempre en voz baja), la Madre de Agua∗.
Así, desde la perspectiva añuu, es el enroscado cuerpo de una serpiente Madre de Agua la que hace posible emerger todas las lagunas que en el mundo existen, sean éstas grandes o pequeñas; claras u oscuras; estén en las montañas o en las planicies; nada importa, ya que en todo caso, una laguna existe porque es el cuerpo de la gran Madre de Agua quien al cubrir ese hoyo del mundo, hace posible emerger las aguas de esa Laguna y luego sostenerlas sobre su cuerpo.
Ahora que, saben igualmente los añuu, que al momento en que cualquier ser humano llega a ver ondulando sobre las aguas el sinuoso lomo de una Madre de Agua, ello no es m´ças que terrible señal de que la serpiente está dispuesta a abandonar su lugar, esto es, dejar de cubrir el hoyo del mundo y, por esa vía, permitir que la Laguna que sobre ella ha crecido, se mude o desaparezca, definitivo.
De estas y otras muchas historias, que a vista de cualquiera resultan siempre extraordinarias o fantásticas, fue alimentado el espíritu de los añuu y, guiados por ese saber, fue por lo que entre julio y agosto de 2004, regresé a la Laguna de Sinamaica para visitar a las abuelas que me enseñaron esas y otras historias, procurando corroborar mi palabra en la voz de las araürakan (Las ancianas). Pero entonces, no más al llegar y encontrarme con Boris (mi eterno acompañante en la Laguna), al responder mi saludo lo noté nervioso y, al preguntar por su actitud me llevó aparte para decirme (en voz baja):
-
José, algo está a punto de pasar en la Laguna.
-
¿Por qué?, le pregunté (en igual voz baja).
-
Porque dicen que Miguelorio ha visto el lomo de la Madre de Agua emergiendo por los lados de La Boquita.
No dudé en creer la palabra de Boris y, por eso, de inmediato le pedí me llevara donde Miguelorio. Pero, al llegar a su rancho y preguntarle acerca de su visión, Miguelorio me dijo:
-
¡Ay José! Todos andan diciendo lo mismo, pero la verdad verdaita es que yo no la he visto. Dicen si, que quien la vio fue María Sierra.
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