El día de hoy, 26 de octubre de 2009, aparece en www.aporrea.org un diaporama reportando “La Comunidad Yukpa beneficiada con jornada médica asistencial”, resulta emblemático que en la presente coyuntura, cuando las Comunidades Yukpa arden en un conflicto que pareciera no tener fin por la defensa de sus tierras, el Ministerio del Poder Popular para las Obras Públicas y Vivienda (MOPVI), lance una actividad de este tipo, será que subliminalmente nos quieren reafirmar que los indígenas solo merecen “jornadas”, que solo el asistencialismo es posible y que se olviden de la posibilidad de la autodeterminación, el etnodesarrollo, en fin de la libertad real.
Les voy a detallar por que las “jornadas preñadas de caridad” constituyen por si solas un hecho racista, una falta de respeto para con los pueblos indígenas y una manera de reforzar la visión mendiga que se tiene de los pueblos originarios.
Hace unos cuantos años, siendo funcionaria de la División Regional de Asuntos Indígenas del Estado Zulia, me fue asignada la tarea de acompañar a una comitiva cívico – militar que haría unas “jornadas” en la comunidad Japreria quienes se encontrada en ese momento en condiciones de damnificados debido a que sus tierras se habían inundado con las lluvias producto de la construcción de la Represa “El Diluvio”, otro ejemplo de que son siempre los indígenas los que deben sacrificarse para que las ciudades nos beneficiemos, pero bueno volviendo al tema, en esa oportunidad un grupo de funcionarios y agentes de la GN, experimentados en estos menesteres, se instalaron con todos sus vehículos y productos en los alrededores de las viviendas improvisadas, allí se formo una inmensa fila alrededor de dos mesas en las cuales se encontraban los médicos que examinarían a los miembros de la comunidad, durante la primera hora la actividad parecía apropiada y necesaria, pero a medida que avanzaba la mañana se evidenciaron las verdaderas características de estas acciones.
Debido a la diferencia de idiomas, los médicos tenían dificultades para comunicarse con sus pacientes y preguntarles los síntomas, así que hacían un examen muy superficial y emitían un récipe que luego debía ser suministrado por otras personas que se encontraban en la parte de atrás de una camioneta cargada de medicamentos, esta era atendida por personas que no tenían formación en salud, así que hacían un gran esfuerzo para comprender la escritura de los médicos y proporcionar lo que realmente había sido recetado. Por otro lado, en la larga fila para ser examinados estaba al mismo tiempo, abuelos, padres e hijos, cuando los pequeños eran atendidos los adultos eran mantenidos en la cola y los niños por su cuenta se dirigían a la camioneta para que les dieran sus medicinas, quienes atendían intentaban explicarles como debían tomarlo, pero definitivamente no existía ninguna garantía de que ellos hubieran entendido el mensaje.
Los tratamientos consistían casi en su totalidad en jarabes para la tos, desparasitantes y cremas para las enfermedades de la piel, siempre lo mismo, siempre lo más superficial, ya a esas alturas me sentía como una desgraciada colonizadora, pero el horror llego cerca del medio día cuando los medicamentos comenzaron a agotarse y quienes los distribuían empezaron a sustituirlos por otros que a su juicio tendrían el mismo efecto. En medio de mis protestas decidieron consultar a los médicos quienes sin mucho reparo aceptaron la medida.
Recuerdo que en el receso para almorzar uno de los médicos bromeaba sobre la cantidad de dinero que haría si ese volumen de pacientes los atendiera en su consulta privada, luego reflexiono diciendo algo así como “bueno si fuera en la clínica me tomaría más tiempo cada paciente, no pudiera atender tantos”. ¿Será que las enfermedades de los que pagan son diferentes de aquellos a quienes se les atiende por caridad?
Paralelo a esta practica medica dudosa, de exámenes relámpago, donde no se podían determinar realmente los síntomas, no había garantía de que los pacientes comprendieran las indicaciones sobre las dosis y las frecuencia, donde finalmente los récipes se ajustaron a la disponibilidad en el inventario, se efectuaba otras actividades, tales como: corte de cabello, maquina para todos los varones, a las mujeres pollinita y cuadradito atrás, eso era lo más fácil, ¿le preguntarían las peluqueras si eso era lo que deseaban o debía suponerse que todo el que hacia fila estaba dispuesto a eso?. Por toda la comunidad quedo una estela de cabello, pues no había forma de controlar en plena Sierra de Perijá los restos después del corte.
Así mismo, se repartieron bolsas de comida por familia, a todos por igual, sin considerar el número de personas que lo conformaban y ni hablar del contenido, enlatados y carbohidratos por doquier, ¿será que lo “regalado” les permitiría tener una alimentación balanceada por lo menos durante una semana?
También durante la jornada se les proporcionó panes y jugos o refrescos para que resistieran la espera mientras eran “atendidos”, todos los desechos, plásticos, cartón, lata fueron a parar al pie de un árbol, pues por olvido no se llevaron bolsas para recolectar la basura y allí quedo en medio de la Sierra de Perijá como testigo de la buena voluntad de las instituciones gubernamentales.
CREEN USTEDES QUE UNA ACTIVIDAD DESARROLLADA EN UN SOLO DÍA, CONCENTRADO A TODA UNA COMUNIDAD DE PERSONAS, PERMITE UNA PRÁCTICA DIFERENTE A LA DESCRITA.
Cuando regrese como parte de mis obligaciones debía presentar un informe de lo desarrollado, cosa que hice con detalle, aunque no tuve que recurrir a dicho informe para relatarles lo que hoy escribo después de casi 10 años, pues la impresión y decepción fue tan grande que es difícil olvidar los detalles y las caras. Exprese lo efímero, inútil y arriesgado de este tipo de actividades, solicité no ser enviada nunca más a cometer tal atrocidad.
En conclusión compañeros las “JORNADAS” SON GENERALMENTE PRACTICAS ETNOCIDAS Y PUEDEN INCLUSO LLEGAR A SER GENOCIDAS.
Ahora bien, tenemos que preguntarnos hoy en este país, si después de la Ley de Demarcación y Garantía del Hábitat Tierras de los Pueblos Indígenas, Ley de Diversidad Biológica. Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas, Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, Convenio 169 de la OIT, entre muchos otros, es necesario seguir desarrollando estas prácticas epilépticas, efímeras que no resuelven el problema sino que menguan el hambre de un día.
¿POR QUÉ NO SE LES RECONOCE EL DERECHO SOBRE SUS TIERRAS A LOS PUEBLOS INDÍGENAS?, tierras para cultivar sus alimentos y sus plantas curativas, tierras para construir sus viviendas, tierras para ser libres y sustentarse con dignidad, ¿Por qué nuestro etnocentrismo no nos permite dejar de vernos como superiores dadores de dadivas? ¿Por qué necesitamos que existan los pobre para seguir sintiéndonos superiores? ¿Por qué necesitamos seguir manteniendo al “otro” en condición de marginalidad?
Basta de caridad, basta de prácticas etnocidas, reconozcamos que los pueblos originarios tienen derecho a la autodeterminación, dejemos de seguir usando el poder que nos proporcionó el proceso de conquista y colonización para someter a los pueblos originarios. Desarrollemos la verdadera revolución, LAS JORNADAS SON EXPRESIÓN DE LA NECESIDAD DE SENTIRNOS DADORES Y SUPERIORES; TIERRA PARA LOS INDÍGENAS ES LIBERTAD E IGUALDAD.
Por: Zaidy Fernández Soto
zaidyfer21@yahoo.es
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