Lo
que faltaba. El juzgado promiscuo del circuito de Puerto Carreño,
departamento del Vichada, Distrito Judicial de Villavicencio, mediante
radicado Nº 990014089002-2013-00040-01, profirió un fallo de segunda
instancia en el cual ordena realizar un proceso de lanzamiento contra
los pueblos indígenas Sikuani, Amorua y Sáliva de la comunidad de Puerto
Colombia (municipio de Puerto Carreño), de su propio territorio
ancestral.
Más
grave aún. El fallo judicial se emite muy a pesar de la existencia de
procesos de legalización de estos resguardos en el Incoder. Extrañamente
“el juez promiscuo del circuito de Puerto Carreño omitió vincular a
esta entidad al proceso judicial, y sin argumentos razonables decidió
ordenar el proceso de lanzamiento contra estos pueblos indígenas, orden
que tiene plazo para ejecutarse el próximo lunes 22 de julio del
presente año, por parte de la alcaldía del municipio de Puerto Carreño”.
En
un especial de la Revista Semana publicado el pasado mes de marzo,
titulado ¿Tierra a la vista?, se lee que “La región más rica de Colombia
debe ser la cara del futuro del país. Sin duda esta región se llama la
Orinoquia y la Amazonia. Con una extensión de casi la mitad de la
nación, estos territorios cuentan, entre otras cosas, con grandes
reservas naturales, riqueza étnica y un gran potencial agroindustrial y
energético”. El especial, según la propia publicación, se hizo con el
apoyo de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia ANDI y
Pacific Rubiales Energy.
¿Extraño,
no? El especial habla de riqueza étnica, pero hace abstracción sobre lo
que significa riqueza étnica: territorio y personas humanas, sí,
humanas, para connotar el concepto de propiedad de los seres humanos que
ancestralmente han habitado estos territorios (léase sikuani, puinabe,
piapoco, piaroa, kurripako), que no las “personas jurídicas” que podrían
ocuparlas. Recordemos que más del 70% de la población del Vichada es
indígena y en sus extensos territorios existen unos 40 resguardos.
Este
tema no pasó desapercibido para los líderes indígenas de la ONIC,
quienes, refiriéndose al escrito de Semana, señalan que en el texto “se
omitió dar cuenta respecto de que muchas de las empresas que aspiran a
desarrollar sus actividades económicas en la región, se están apropiando
-mediante testaferros- de los territorios de las comunidades de pueblos
indígenas que están en riesgo de exterminio físico y cultural…”.
“Como
consecuencia de esta realidad, los territorios ancestrales de estos
pueblos indígenas están siendo usurpados por colonos, narcotraficantes y
empresarios que se asocian para obtener títulos de propiedad a través
de procedimientos fraudulentos y de procesos de lanzamiento contra estas
comunidades con base en decisiones judiciales”.
La
época en que a los indígenas se les engañaba con espejitos quedó en el
pasado. Ellos bien conocen que “esta modalidad de despojo se encuentra
asociada al escándalo de corrupción del cartel de los baldíos, en el
cual terceros de mala fe, aprovechándose de la situación de indefensión y
vulnerabilidad manifiesta en que se encuentran estos pueblos indígenas,
pretenden usurpar, violentar y truncar el derecho colectivo al
reconocimiento de su propiedad territorial ancestral”.
Recientes
sentencias de la Corte Constitucional han puesto de manifiesto incluso
el desdén de las entidades del Estado para legalizar los resguardos
indígenas, en especial en la región de la Orinoquia y Amazonia
colombiana, “en especial en los departamentos de Meta y Vichada,
constituyéndose en casos emblemáticos los de la comunidad indígena de
Puerto Colombia (Puerto Carreño); la comunidad de Awaliba-Campana
(Puerto Gaitán – Meta) y la comunidad Arizona Cupepe (Cumaribo)”, señala
la ONIC.
Preocupa
a la organización indígena el caso de los indígenas sikuani, amorúa y
saliva de Puerto Colombia. Ellos han interpuesto un recurso de nulidad
de este exótico fallo judicial, al igual que vienen solicitando las
investigaciones respectivas de los organismos competentes, en especial
para el caso, del Consejo Superior de la Judicatura y de la Procuraduría
General de la Nación.
Pero
la preocupación principal debería ser de todos los colombianos, que
asistimos a un proceso sistemático de exterminio, exclusión y despojo de
las poblaciones indígenas. Nos contentamos con el rico texto de la
Carta Magna que los reconoce en el papel, y nos hacemos los de la vista
gorda cuando se les atropella.
Ojalá
que la audiencia convocada por la Corte Constitucional para tratar la
grave situación de estas comunidades, incluidas las del Vichada, sirva
para algo. Y más aún, ojala que no esté siendo tarde para que nuestros
gobernantes cumplan el mandato que les dio la Constitución hace 23 años.
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