Por: Ildefonso Finol
Parafraseando al historiador Peter Winn, podemos afirmar que, pese a
que los sucesos violentos de la invasión europea contra la población
originaria del Lago Maracaibo parecieran estar perdidos en la distancia
de los tiempos, “las batallas por la memoria colectiva continúan siendo
relevantes en el siglo XXI”.
Pugnan en el fragor de la construcción
social, la avanzada ideológica que necesita establecer la verdad
histórica, contra las fuerzas conservadoras del sistema de dominación
heredado del colonialismo; hablamos de la batalla de ideas como
expresión dialéctica de la lucha de clases en el plano cultural, donde
lo revolucionario es desmontar mitos alienantes, consolidando una
lectura cuestionadora suficientemente documentada, que por su solidez
científica, no deje espacio a la reproducción de las versiones
manipuladas que sustentan la supremacía racial y civilizatoria del
invasor.
La tesis colonialista se impuso desde el discurso oficial,
particularmente en los programas educativos, cuyos contenidos y
materiales didácticos, fueron encomendados a voceros de los intereses
eurocentristas. En cierta forma, los sacrificios enormes realizados por
la hueste patriota en la Guerra de Independencia, no tuvieron su colofón
correspondiente en el desarrollo de un modelo educativo liberador, que
fuera capaz de provocar una ruptura epistemológica respecto de la
tradicional elaboración y enseñanza de la historia.
En este plano de
las representaciones formales, lo indígena queda relegado a la última
frontera, lo marginal, oscuro, como sinónimo de atrasado. El racismo
anti-indígena ha sido muy fuerte en nuestra sociedad, al punto de
superar al anti-africano. La Colonia y la república burguesa necesitan
borrar todo vestigio de lo originario, para apropiarse de los
territorios y recursos naturales que pertenecen en justicia a los
legítimos dueños de la patria.
Paraute es un ejemplo doloroso de lo
que estamos hablando. A pesar de haber sido conocido por los primeros
invasores y mencionado en diversos documentos coloniales; a pesar de
estar recogido en estudios como los del Hermano Nectario María, su
nombre no aparece en la Historia del Zulia de Juan Besson ni en el
Diccionario de Historia de Venezuela de Fundación Polar, por solo citar
dos graves omisiones.
Paraute “con todos sus habitantes fue dada en
encomienda a Francisco Camacho”, en tiempos del Cacique Tomaenguola.
Dice la crónica “que es sita por la región de Lagunillas”, lo que
permite ubicarla en el lugar que los hispanos bautizaron Lagunillas por
el carácter anegadizo de su entorno orillero.
Refiere Nectario que
“en 1606 los indios de Paraute y Misoa apoyaron la causa de los del
norte”, siendo sus caciques Juan Pérez Mataguelo y Camiseto
respectivamente.
Juan Pacheco Maldonado, designado para enfrentar la
insurrección del pueblo añu del Lago Maracaibo, ataca Paraute, captura
los caciques y los lleva a ejecutar en la villa hispana del puerto
Maracaibo.
En algunas ocasiones los cronistas aluden a los indios
Parautes, mismos que a veces llaman “zaparas” o “toas”, ubicándolos en
la costa sureste. El gobernador español de la Provincia de Venezuela,
Sancho de Alquiza, menciona repetidamente la derrota de los parautes por
mano del capitán Pacheco Maldonado. Vuelve a comentar tal derrota de
Paraute en un informe sobre la situación de Nueva Zamora, como llamaban
el poblado donde estableció cabildo desde 1574 Pedro de Maldonado.
Paraute es palabra típicamente añu, donde el prefijo “para” indica gran
aglomeración de agua (mar, lago, gran delta) y el sufijo “te”, aunque
concuerda con el pronombre singular de primera persona (yo, me, mi), en
cuyo caso Paraute pudiera traducir “mi mar”, parece más lógico aplicar
la acepción según la cual la palabra “te”, actuando como sufijo, connota
ubicación, sitio o lugar. En este caso Paraute es simplemente el nombre
propio de un poblado determinado a orillas del Lago, como Macomite es
el rio que desemboca frente al Moján.
En el estudio de Marie France
Patte, encontramos que la terminación “ite” cumple el doble significado
“ser” y “estar”, como el verbo “to be” en inglés. Si ejercitáramos que
originalmente Paraute fuese “Paraite”, con pronunciación gutural de la
i, y que los cronistas invasores la hayan castellanizado a Paraute,
entonces cabría la hipótesis de que Paraute significa “ser del mar” o
“estar en el mar”, cualquiera de las dos válida para un pueblo
clásicamente acuático.
Este nuestro Paraute añú, fue el poblado
palafitico donde en 1939 cometieron un acto de genocidio las
transnacionales petroleras y el Estado venezolano, provocando el
incendio criminal que destruyó casas, historia y vidas que no
significaron nada para el sistema racista pro imperialista.
La
dictadura servil, para más humillación, impuso la nomenclatura etnocida:
López Contreras decretó llamarla Ciudad Ojeda, el primer invasor del
Lago.
Borraron su nombre y su gente, pero de las cenizas volverá
Paraute, clamando justicia por los mártires, cantando su bello nombre
añú.
NI “DESCUBIERTOS”
NI “FUNDADOS”
HONREMOS NUESTROS HÉROES Y MÁRTIRES
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